Dos acontecimientos marcaron la historia reciente del pueblo venezolano. La organización y ejecución de una protesta masiva generalizada nacional e internacional a través de la consulta popular.
Fue un pronunciamiento de las multitudes. Las comunidades de forma participativa y protagónica se hicieron sentir mundialmente. Las comunidades, el pueblo, de forma pacífica se hizo vibrar su voz, al unísono, de forma contundente, con una firma de libertad.
El segundo acontecimiento es el documento unitario para la gobernabilidad de Venezuela. En pocas líneas de forma clara y precisa se planteó el horizonte de sentido que enrumbará las acciones del pueblo democrático. Es un documento con un profundo compromiso social, en el lenguaje de nuestros obispos latinoamericanos, es un programa de gobierno con una opción preferencial por los más pobres; además se colocó como columna vertebral del armazón teórico, la asunción de la diferencia como constitutiva del espesor democrático; aún más, el horizonte no solo fue un planteamiento del deber ser sino que se esbozaron los mecanismos y las formas de conducir el nuevo gobierno.
Fue un documento abierto, amplio, donde fines y medios están entrelazados explicitando las condiciones, posibilidades y límites de las prácticas políticas que han de ejecutarse.
En este momento que el pueblo y su dirigencia, amplia, diversa, distinta, han confluido en un torrente que derrumbará los muros de la barbarie despótica, es necesario que los dirigentes chavistas que –de forma consciente, y comprendiendo el sentir del pueblo- se han pronunciado contra el gobierno de Maduro activen sus organizaciones, desarrollen de forma acelerada sus maneras y estilos de confrontar en el terreno democrático al gobierno despótico. Es el momento de irrumpir en el seno de los colectivos armados para desestructurarlos, desarmarlos, coaccionarlos y reapropiarse de esa fuerza social con el horizonte que la conciencia popular ha establecido. Es el momento que las redes se pongan al servicio de la transformación social y política de Venezuela.
En el actual momento no bastan las declaraciones por parte de quienes han tenido responsabilidades gubernamentales durante estos años. Se hace imprescindible la acción de los intelectuales y dirigentes de izquierda en la conducción de sus organizaciones sociales, sindicales, campesinas, obreras; es necesaria su articulación con las instituciones militares para lograr el objetivo que el pueblo venezolano se ha trazado: no solo impedir la estafa de la Asamblea Nacional Constituyente, sino ser un movimiento que se una a la construcción de una sociedad más justa, más solidaria donde renazca institucionalmente la experiencia democrática. Su fuerza en la calle será un impulso fundamental en esta semana, para poner fin al oscurantismo narco-corrupto del gobierno de Nicolás Maduro.
Estamos en los días decisivos donde el torrente popular se manifestará con más fuerza, donde la diversidad, la diferencia, en las formas de organizarse y de actuar, teniendo un mismo horizonte de sentido, será la clave fundamental para un cambio histórico en nuestro país. Es necesaria la unidad de las fuerzas, de las experiencias diversas que se tienen en el marco de las luchas populares. Ha llegado la hora de restearnos por Venezuela.
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