jueves, 20 de julio de 2017

¿Dónde hay un burgués? - Marco Cicala

Massimo Cacciari se pregunta por el destino de la burguesía que ha fue castigada tanto como la clase obrera.

Eh, señora mía, no existe más la buena burguesía de otras épocas! Hasta hace unas pocas décadas, junto con la trabajadora, era la clase de la que más se hablaba, casi siempre para decir pestes de ella. Hoy prácticamente ha desaparecido del discurso público. Se la evoca en los tonos insoportables de la nostalgia y del qué bueno era todo. ¿Pero dónde terminó la burguesía? ¿La liquidaron? ¿Renunció ella sola? ¿Se reencarnó en alguna otra cosa? ¿Se volvió invisible a fuerza de omnipresencia? Y además, ¿quién era el verdadero burgués? ¿El industrial? ¿El hombre de Estado? ¿El maxifuncionario? ¿O quizá el gran intelectual atento a la praxis? ¿Era el empresario responsable o el fanfarrón ostentoso con la amante en bikini sobre su lancha? El filósofo Massimo Cacciari está entre quienes mejor han rastreado la metamorfosis de la burguesía. Y desde hace largo tiempo. Desde los años en que en las calles se gritaba “¡Burguesía asesina!”. “Es verdad, en el léxico de la izquierda europea y del movimiento obrero el burgués no era otro que el empresario capitalista. Pero de ningún modo la idea de burguesía se puede reducir a eso”.

–¿En qué sentido?
–En el sentido de que la burguesía no es identificable solo con la esfera económica. De hecho, en ciertos aspectos trasciende completamente esa esfera. Burguesía no define tanto un estatus económico como una dimensión de educación, de formación, de sensibilidad, de tacto.
–¿Sensibilidad de qué tipo?
–El burgués se caracteriza por la moderación y el medirse. Medirse en relación con los otros y en la expresión de los propios sentimientos. Pudor de los estados de ánimo propios. Es hombre de distinciones, de dudas. Desconfía de cualquier afirmación que suponga el sello de la certeza y esto lo expone a una tentación escéptica. Pero escéptico no es. Busca siempre el fundamento de la propia moderación. El burgués no es ni sabio ni filósofo. ¿Le viene a la mente un burgués si usted piensa en Spinoza o Hegel?
–Si pienso en Hegel, sí. Pero de ningún modo es un insulto.
–De acuerdo, pero quiero decir: filósofo es el que busca siempre el fundamento de su punto propio de vista. Sería interesante estudiar la diferencia entre el carácter de un Benedetto Croce y de un Giovanni Gentile. Por un lado, la lógica de las distinciones típicamente burguesas; por el otro, la ética y la política gentilianas, la certeza de la afirmación filosófica.
–Ok, pero ¿no se corre el riesgo así de culturizar al burgués, de canonizarlo como hace hoy el discurso elegíaco sobre la desaparición de la burguesía buena, que tan buena no era?
–¡Pero claro! Trato de decir que el burgués no solo fue el empresario de Manchester que describe Marx y menos el individuo prepotente, codicioso, furibundo. Era una figura ambivalente, un centauro, o una criatura policéfala, de muchas cabezas. Pero ahora cabeza le quedó solo una.
–¿Cuál?
–La de Ubi pecunia ibi patria (donde está el dinero está la patria), la que considera a las leyes económicas como leyes de la naturaleza, a la globalización como un movimiento de potencia económico-financiera sin límites. Es una nueva fe, una religión inconsistente e infundada porque se basa en la idea de poder seguir adelante hasta el infinito. Se ha impuesto la figura aristotélica del que quiere todo para él, que dice: “Mi poder llega hasta donde alcanzo”. Toda relación de valor con el otro, todo freno ético, toda Paideia o Bildung –educación humanístico-burguesa– es desmantelada pedazo a pedazo. Este capitalismo indica el fin del burgués.
–Que por lo tanto no se ha vuelto invisible, sino que está muerto.
–¡Más que muerto! Es arqueología. Bienes culturales. Hoy asistimos al triunfo del empresario o de quien se considere empresario. El triunfo de los Trump o de quienes quieran parecérsele. Es el triunfo de todo eso.
–¿Por qué –y en Italia tuvimos un gran ejemplo de esto– el ingreso en política de los empresarios no funciona?
–Porque se trata de figuras que ya pertenecen a una dimensión totalmente post burguesa, a un capitalismo puramente de mercado. Vea, en Los Buddenbrook –para limitarse solo a la literatura– el burgués es también el capitalista, pero nunca se identifica del todo con el sentido y los valores de esa función. Sin ser un relativista, pretende expresar una sociedad politeísta, en la cual no hay hegemonía de clase.
–No me diga ahora que la burguesía no es una clase.
–¡No lo es! Como tal, el burgués ya no da vida a las corporaciones; al contrario: se ha afirmado precisamente disolviéndolas. Claro, si tiene intereses económicos formará parte de la Confederación de Empresas, pero no se reduce solo a eso.
–Con la época burguesa “se disuelven todas las relaciones estables y rígidas”, “se volatiliza todo lo que había de corporativo y de estable, se profana todo lo sagrado”, Marx (& Engels) dixit. Por este carácter dinámico suyo, desacralizante, anti Ancien Régime, la burguesía le gustaba a la izquierda, y a la derecha la espantaba.
–Sí, pero al identificarla con el capitalismo, la izquierda acabó dándole a la burguesía un rostro estable, seguro. En cambio atacándola, diciéndole “Vos profesás el politeísmo de los valores, promovés el desarraigo, no reconocés la ética del Estado, la primacía del político...”, la derecha reconoció el carácter de la burguesía mejor que cierta izquierda.
–Salvo, sin embargo, que en tanto que desarraigado, el burgués termina coincidiendo con el judío. Y surgen problemas. Grandes problemas.
–Obvio, la crítica de derecha iba a terminar en el “judío errante”, en el sin patria.
–Y no solo en los volantes de propaganda: también en los diarios filosóficos de su amado Heidegger...
–Sí, pero no me saque ahora el asunto de Heidegger y el nazismo. ¿Queremos entender o no que todos estos temas no definen únicamente a los nazis? ¡En Europa correspondían a una constelación cultural vastísima! Eran el sentimiento común de determinada derecha, el sentimiento común de la época. Un mal, un pésimo sentimiento común.
–¿Y los obreros organizados? ¿Tampoco ellos eran una clase?
–Por supuesto que lo eran. Pero mire (carcajada), el aspecto verdaderamente increíble de esta historia es el fin simultáneo de la clase obrera y la burguesía.
–Encadenadas una a la otra en el conflicto. Y han muerto abrazadas.
–Porque no se produjo el encuentro entre marxismo y una burguesía liberal, no librecambista.
–¿Por culpa de quien?
–Marx ubicó en la burguesía la contradicción entre la creatividad individual y las cepas del mecanismo económico. El problema es que no reconoció una contradicción análoga en la clase obrera. Como se sabe, Marx pensaba que las contradicciones internas del desarrollo capitalista explotarían hasta producir un resultado que revolucionaría las dimensiones culturales y éticas de las relaciones humanas. Ahora, esto de la transformación económica que se convierte ipso facto en una transformación ética es un esquema que filosóficamente no se sostiene.
–Es la famosa crítica de Marx.
–Es lo que el marxismo italiano más original, el llamado obrerismo, pero no solo él, intentó corregir. Marx piensa la clase obrera como variable dependiente del mecanismo económico. Y el obrerismo dice: no, hay un sujeto revolucionario que tiene una idea propia o si se quiere una utopía propia acerca de la sociedad que trasciende la dimensión económica. ¡Exactamente como la ética de la burguesía superaba su posición económica!
–El revisionismo nos dice que, con su impugnación de la educación burguesa, el 68 tiró las frutas frescas con las podridas. Demoliendo ciertos valores de la burguesía le allanó la entrada al capitalismo absoluto. ¿Coincide?
–Qué decirle, la escuela burguesa era lo que era, pero en los grandes colegios secundarios se enseñaba a recordar como se debe, se enseñaba el pasado como algo vivo, presente... Toda una tradición educativa que ha sido masacrada, borrada. El burgués tenía valores –laicos— pero los tenía. La familia, la patria en el sentido no nacionalista ni en el de Ubi pecunia... El burgués iba a morir por la patria. La montaña mágica, desde este punto de vista, nos dice mucho más que Los Buddenbrook: pues bien, allí el protagonista va a morir por la patria, aunque ya quizá sin creerlo más porque es un burgués que se ha “enfermado”, es decir que se ha convertido en individuo.
–Virus de máxima actualidad.
–En efecto. Hecha pedazos esa cultura, esa formación de la que hablábamos, ¿con qué nos encontramos? Una masa de individuos, otra que líquidos: ¡gaseosos! Sujetos que, degradadas todas las formas de organización social, sindical, corporativa, política, se encuentran solos. Es la novedad. Esto crea la base social de los Trump, los Le Pen, los Matteo Salvini y los Beppe Grillo. En la raíz no está solo el empobrecimiento, el deterioro de la clase media: está la individualización de las masas.
–¿Cómo se sale de eso?
–Bueh. ¿Cómo se para la voluntad de poder del individuo, del capitalismo absoluto? ¿Cómo se detiene este “aquelarre”, para decirlo con Max Weber? ¿Y quién lo sabe? Sin duda es un proceso que está poniendo radicalmente en crisis la idea misma de democracia como la conocemos en Occidente desde fines de la Segunda Guerra. Que entre mercado y democracia fuera a desarrollarse un círculo virtuoso era una idea cómica. Quedó desmentida. Y ante los ojos de todos.
–En sus años jóvenes, militantes, ¿nunca se sintió tentado por la demonización de la burguesía?
–Nunca. Nací amando la burguesía. Empecé muy joven enamorándome de Hegel, del primer Lukács, después de Goethe.
–Pero burgueses éticos, ¿cuántos encontró en su vida?
–¡Entre los empresarios ninguno! (carcajadas). La ética de la responsabilidad siempre fue minoritaria dentro de la burguesía capitalista. No así en el ámbito de la cultura, donde tuvo en cambio una influencia enorme.
–Incluso en la literatura desapareció el burgués.
–Leo poco a los contemporáneos. Pero habiendo desaparecido en la realidad, imagino que lo mismo pasó en las novelas. Quizás el cine hable más de él...
–Sí, pero en las formas post burguesas del ejecutivo, el hombre de negocios.
–Justamente, tipos anónimos, sin biografía, sin territorio. No están en ninguna parte. Son mecanismos: puro cerebro social globalizado.
Foto: Massimo Cacciari. Empresarios. Hoy asistimos al triunfo de los Trump, sostiene el ex alcalde de Venecia y filósofo.Foto: Graziano Arici
Por Marco Cicala
© La Repubblica. Trad.: Román García Azcárate

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