Ocho años después de la crisis no hay modelo, no hay solución, no hay culpables y nadie sabe dónde ir
Me dan mucha pena los gobernantes actuales. Pobres tiempos aquellos en
los que ser un buen líder era sinónimo de buena gestión económica. Pobres
tiempos aquellos en los que los políticos ganaban en las urnas para que después
el carnicero de finanzas de turno ofreciera el sacrificio de la sociedad en el
altar del FMI o del Banco Mundial, según el principio de la política moderna
que dicta que lo sano es la economía y lo enfermo, los pueblos. Ahora más allá
del ruido y la furia, del insulto y de las cuentas pendientes que cada uno
tenemos con nuestro país, ¿dónde está la gran bolsa de la desesperanza? En todo
el mundo, en el mismo sitio, en la gente castigada porque nadie quiere confesar
que el modelo que nació en Bretton Woods en 1944 ya murió.