Así como
ayer fue camino impuesto por la realidad para tomar el poder, el voto popular
es hoy, para el chavismo, la muerte que el destino le depara. Después de la
aventura del 4 de febrero, producto de la improvisación y la irresponsabilidad,
el comandante y sus allegados apuraron el trago de un proceso electoral que les
permitió lograr el propósito de dominación de la sociedad. No imaginaron
entonces que, debido a su aceptación de una solución contra natura, el futuro
se encargaría de cobrarles el extravío.
La consulta
popular no formaba parte de los planes golpistas de 1991. Los milicos armados
hasta los dientes, y animados por un catecismo redentor que no admitía dudas,
jamás pensaron en procurar la opinión de la sociedad sobre unos planes
esencialmente sigilosos. Sin embargo, no les quedó más remedio que admitir la
posibilidad de esa solución burguesa e hipócrita que rechazaban por ser la culpable,
según sus cabezas cubiertas por cristinas con gríngolas, de la trampa impuesta
a la ciudadanía por los partidos políticos. Una ligera e interesada pedagogía
sobre la facilidad del paso, debido a que apenas bastaba un viento para que las
frutas cayeran del árbol, los animó a meterse en unos sufragios prometedores
que los llevaron a la victoria.
Lograda la
primera cosecha, el panorama de unas viejas organizaciones políticas que tenían
miedo de su propia sombra, los balbuceos de las recientes banderías, el encanto
del comandante en sus primeras horas y un control férreo de las autoridades
electorales escogidas según el capricho del ganador, los animaron a aficionarse
a una alternativa de legitimidad que habían tolerado con el pañuelo en la
nariz, pero que ahora podían manipular a su antojo. Fue así como Chávez se
convirtió en rey de los procesos electorales, desde cuyas tribunas derrochaba
el ego ante las multitudes mientras humillaba a los rivales. El guiñol se
sostenía en una lluvia de dinero proveniente del erario, en la coacción de los
empleados públicos, en el estreno de presiones deleznables y descaradas como la
célebre “lista Tascón” y en la fragua de circunscripciones electorales que
arrinconaban a la oposición; pero especialmente en la servicial faena de un
Poder Electoral hecho a la medida, piezas a través de las cuales se puede
asegurar la debilidad de su apego a uno de los procedimientos esenciales de la
democracia representativa. Si una sola vez siquiera hubiesen contemplado con fe
republicana los actos electorales, Chávez y el chavismo no los hubiesen
convertido en una burla y en una aberración. Esa sensibilidad no estaba en su
naturaleza.
Estaba, en
cambio, en la naturaleza del votante que la apreció como una virtud desde el
lejano 1946 y la usó como salvavidas en 1958. En su naturaleza y en su memoria,
como mandato de los antepasados del período fundacional de la democracia. De
allí que la tortilla se volteara, hasta el extremo de poner en aprietos al
gobierno en las últimas elecciones presidenciales y de propinarle una paliza
estrepitosa en las parlamentarias. El énfasis de los partidos políticos de
reciente data y el segundo aire de las viejas organizaciones por las que nadie
apostaba un cuartillo, rodeados del calor de una sociedad para la cual las
elecciones no eran un trámite orientado a guardar apariencias, sino un asunto
de supervivencia gregaria, recobraron para el voto el valor vapuleado por el
chavismo.
Si el chavismo trilló a la fuerza
el sendero del voto popular cuando comenzó su ascenso y después lo usó para
sostenerse, no puede sacarlo del juego cuando le es adverso. No puede correr el
riesgo de una maroma que lo aventaría del trapecio en la carpa de las campañas
y los afiches que una vez fue el circo de su apogeo. No se puede desprender de
la hoja de parra, sin el riesgo de ser expulsado del paraíso. Pero, como lo que
fue antes ventaja es ahora estorbo, tratará por todos los medios de evitar su
efecto letal. En eso anda, debido a que el primer capítulo del revocatorio para
despedir a Maduro le anuncia el incontenible caudal de unos sufragios como los
que le dieron el poder cuando cometió el pecado original de disfrazar su
militarada. Pero de las militaradas originales se puede esperar cualquier cosa.
El universal 8 de mayo de 2016
El universal 8 de mayo de 2016
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