Mientras la
iniciativa para remover mediante un referendo al Presidente venezolano Nicolás
Maduro gana el apoyo popular, su gobierno intensifica la represión.
El viernes pasado,
Maduro declaró un estado de emergencia durante 60 días bajo el argumento de que
era necesario para aplastar lo que describió como un “golpe” y para poder
enfrentar “todas las amenazas internacionales y nacionales que hay contra
nuestra patria en este momento”.
Las amenazas que los
venezolanos enfrentan hoy en día no son el resultado de conspiraciones
extranjeras o nacionales, sino del liderazgo desastroso de Maduro. Durante su
gobierno, el sistema de salud del país se ha atrofiado tan severamente que
muchos venezolanos mueren cada semana por la escasez crónica de medicinas y
debido a que los hospitales están mal equipados.
La violencia se ha
disparado mientras las bandas armadas leales al gobierno deambulan por las
calles. Durante los tres primeros meses de este año, 4696 personas fueron
asesinadas en Venezuela, según el gobierno, y en 2015 la cifra superó los
17.700. El número de muertos en el primer trimestre de 2016 es superior a los
3545 civiles muertos en Afganistán el año pasado, un hecho sin precedentes.
Es probable que la
escasez de alimentos y bienes básicos empeore a medida que la economía de
Venezuela se contrae a lo largo de este año. Por otro lado, los presos
políticos languidecen después de pasar años tras las rejas, víctimas de un
corrupto sistema de justicia.
Esta crisis ha
mostrado las promesas vacías de las políticas socialistas de Maduro y su
predecesor, Hugo Chávez, implementadas desde fines de 1990.
Mientras muchos
venezolanos pudieron disfrutar de la prosperidad proyectada en una mejor
vivienda, alimentos subsidiados y mejores salarios durante el alza de los
precios del petróleo —el crudo representa aproximadamente el 96 por ciento de
las exportaciones de Venezuela—, el gobierno no pudo construir una economía
sostenible.
| Tampoco
ahorró dinero durante las épocas de bonanza, lo que habría suavizado el impacto
de la recesión que comenzó en 2014.
Maduro logró cumplir
con los pagos de la deuda externa de Venezuela gracias a los préstamos de miles
de millones de dólares procedentes de China, país que tendrá que decidir si
volverá a rescatar a Caracas cuando llegue el momento de su próximo gran pago
en otoño.
El gobierno ha
evitado obstinadamente implementar soluciones a largo plazo, al igual que
solicitar la asistencia técnica del Fondo Monetario Internacional (FMI) y otras
instituciones internacionales que rescatan a las economías fallidas. Venezuela
no ha tenido un contacto significativo con el FMI por más de una década.
Durante los últimos
15 años, Chávez y Maduro hicieron del gasto en programas sociales su prioridad
para mantener una base de votantes leales, y dejaron así a un lado las reformas
institucionales que habrían diversificado las fuentes de ingresos del país y
mejorado los sistemas de educación y salud.
Una coalición de
partidos políticos opositores ganó el control de la Asamblea Nacional en
diciembre y ha presionado a Maduro para que adopte las reformas, incluyendo la
restauración de la independencia del Banco Central de Venezuela. Pero el PSUV,
su partido político, ha bloqueado cada paso de los líderes de la oposición
descartándolos como unos radicales de derecha alineados con potencias
extranjeras.
A medida que aumenta
el sufrimiento de los venezolanos, la oposición ha ganado un apoyo
significativo en el extranjero lo que ha dejado muy aislado a Maduro. Se espera
que la Organización de los Estados Americanos (OEA) convoque pronto a una
sesión especial para evaluar la erosión de las prácticas democráticas en
Venezuela.
Maduro sufrió un
nuevo golpe la semana pasada cuando la Presidenta brasileña Dilma Rousseff, una
aliada muy cercana, fue removida temporalmente del poder mientras es sometida a
un juicio político.
El presidente
venezolano parece determinado a que sea prácticamente imposible que la
oposición cumpla con los requisitos exigidos para convocar a un referendo para
fines de año. Si la votación se realiza en 2017 y remueve a Maduro de su cargo,
el vicepresidente terminará el resto de su mandato, que finaliza en 2019.
Para derrotarlo, los
líderes de la oposición, quienes han convocado a manifestaciones masivas el
miércoles, tendrán que ampliar su coalición. Eso significa incorporar a los
descontentos de la base política de Maduro y ofrecerles a los votantes venezolanos
un modelo político viable que frene la catástrofe causada por años de mal
gobierno.
Por EL COMITÉ EDITORIAL The New York Times 18 mayo 2016
Credit Dandy/John J. Custer
http://www.nytimes.com/es/2016/05/18/la-espiral-descendente-de-venezuela/?rref=collection%2Fsectioncollection%2Findex
Por EL COMITÉ EDITORIAL The New York Times 18 mayo 2016
Credit Dandy/John J. Custer
No hay comentarios.:
Publicar un comentario