domingo, 29 de mayo de 2016

¿Venezuela comenzó la transición? - Tomás Straka

Reúnen firmas para revocar el mandato presidencial, hay apagones en todo el país y una tensión creciente entre gobierno y oposición.

El 27 de abril de 2016 la crisis que actualmente padece Venezuela presentó las dos caras posibles de su desenlace: una institucional, pacífica y democrática; otra violenta, rematada por la toma del control por los militares. Ambas opciones están encima de la mesa y el desarrollo de una u otra dependerá de las decisiones tomadas de aquí en adelante. 


El futuro del país depende, en buena medida, del desarrollo de una u otra vía. Por una parte, millares de venezolanos salieron a firmar para solicitar un referéndum que le revoque el mandato a Nicolás Maduro. Por la otra, una ola de saqueos obligó a la militarización de Maracaibo. Que ambas cosas hayan sucedido el mismo día, demuestra que la situación tiene el rostro de Jano: es el cruce entre el inicio y el final de una etapa (eso que la oposición ha llamado «la transición»); pero también, y esto es lo que inquieta, demuestra que esa transición tiene tantas posibilidades de ser pacífica como de desatar una violencia cuyos resultados finales nadie puede prever.

Comencemos con lo de Maracaibo. Lo ocurrido en la segunda ciudad del país (pero la capital de su más importante distrito petrolero), es la síntesis de un cúmulo de situaciones negativas que se han venido sucediendo en el país desde hace tres décadas, y que ahora parecen haber llegado a su punto de ebullición. La combinación de los apagones que ya llevaban días provocando protestas, con la rabia latente en las largas colas, provocaron el caldo de cultivo para que estallara la violencia. En los más diversos puntos del país, los apagones programados (cuatro horas diarias) han generado comprensibles disgustos, pero en Maracaibo, con una temperatura promedio de casi 30°, estos han sido mucho más graves. Famosa por los aires acondicionados que la hacen, según se bromea, «la ciudad más fría de Venezuela», explicar ese consumo eléctrico fuera de cualquier racionalidad es casi un tratado de historia contemporánea venezolana. Según cifras oficiales, en 2010, Venezuela consumía 85% más kilovatios por hora que Brasil y 254% más que Colombia, en parte gracias a su electrificación, mucho más profunda que en estos dos países, y en parte a que la energía es casi regalada (o francamente regalada entre los más pobres). Esto fue posible gracias a los petrodólares que por setenta años permitieron el desarrollo hidroeléctrico del río Caroní, conocido globalmente por el nombre de la represa del Guri, y a una enorme inversión privada y estatal en plantas termoeléctricas que ha dejado una capacidad instalada de 34.440 MW. El problema es que hoy sólo se producen 17.000 de esos MW, cuando el país necesita 18.000. El mantenimiento de estas plantas, por razones que van desde las expropiaciones a la corrupción, no se desarrolló al mismo ritmo que el aumento del consumo, que se disparó durante la bonanza que disfrutó Hugo Chávez hasta 2008. Fue un quinquenio en el que los más pobres pudieron renovar todo su menaje de electrodomésticos, muchas veces subsidiados o regalados por el Estado. Así, cuando las casas pasaron de tener un televisor a tener tres de plasma, las plantas sólo trabajan, cuando lo hacen, a un 30% de su capacidad, aumentando la dependencia de una hidroeléctrica que, según los especialistas, también tiene problemas de mantenimiento y además debe enfrentarse al fenómeno de El Niño.

Pero lo de la electricidad es sólo una de las aristas del problema. Con una canasta básica que cuesta unos doscientos mil bolívares, y un sueldo mínimo, si se incluyen los tickets de alimentación, de veinticinco mil, es comprensible que el hambre sea un problema real, como ya lo demuestran muchos estudios, y mucho más angustiante que la falta de luz. Así las cosas, Maracaibo no es la única ciudad en la que ha habido saqueos. De hecho, en todo el país, incluyendo Caracas, se han reportado casos. Incluso, sabemos de localidades pequeñas en las que el Estado ha perdido completamente el control por algunas horas. Es en este contexto que a Maduro le cayó el chaparrón de los casi dos millones quinientas mil firmadas recogidas en dos días. Cuando en enero se instaló el nuevo parlamento controlado por la oposición, su presidente, Henry Ramos Allup, prometió salir de Maduro por vía constitucional en los siguientes seis meses. De las posibles vías para lograrlo, al final la del referéndum revocatorio ha resultado ser la más probable. La oposición contaba con treinta días para reunir las cerca de doscientas mil firmas (el 1% del electorado) que se necesitan para iniciar el proceso: en menos de dos obtuvo un número seis veces mayor, de casi un millón doscientas mil. Aunque al mediodía del 28 ya se había alcanzado la meta, los puestos de recolección tuvieron que continuar abiertos para las centenares personas que acudían a firmar.

Las largas colas de ciudadanos de todas las clases sociales (entre ellos había funcionarios públicos, opositores y muchos chavistas) firmando en todo el país, se convirtieron en una protesta mucho más elocuente y que efectiva que cualquier saqueo. En particular llama la atención que el recuerdo de la llamada «Lista Tascón» no funcionó (se trata del listado de quienes habían firmado para solicitar el referéndum contra Chávez en 2004, publicado por el diputado Luis Tascón y usado para perseguir a los opositores en los entes públicos y las contratistas del gobierno). «Ya nos han quitado todo», dijeron muchos cuando se les preguntó por la posibilidad de otra lista similar. Aunque la situación podría ser más desgarradora, la frase de Marx, según la cual no queda más que perder excepto las cadenas, parece haberse cumplido. Las encuestas afirman que un 70% de los ciudadanos apoyan la revocatoria de mandato al presidente Maduro. Aunque parece ser un movimiento muy difícil de detener, lo imperioso es que, luego de haber visto las dos caras de Jano el 27 de abril, trabajemos por la cautela y porque el clima sea de paz.
Nueva Sociedad, Mayo 2016

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