lunes, 17 de julio de 2017

El significado de la consulta ciudadana - Michael Penfold y Alberto Barrera Tyszka




La identidad venezolana es profundamente democrática. Son casi seis décadas ejerciendo el derecho al voto y el derecho a la participación que el gobierno ahora quiere eliminar a través de una Constituyente  fraudulenta y que de ocurrir consolidará un sistema autoritario en Venezuela. Una identidad democrática que quedó cercenada una vez que se le impidió a los ciudadanos firmar para poder activar un referéndum revocatorio y una crisis constitucional que se agudizó con la indefinición de un cronograma electoral así como con la disolución de facto, a través de una serie de decisiones del Tribunal Supremo de Justicia, de una Asamblea Nacional que fue legítimamente electa con una mayoría calificada en el 2015.

Lo que vimos este domingo en la consulta popular fue una sociedad autónoma, con una capacidad organizativa enorme, desplegada globalmente y dispuesta a utilizar esa misma cultura democrática, herencia de un país que en su historia contemporánea siempre ha resuelto sus conflictos por la vía electoral, y que lo único que solicita es restaurar pacíficamente el orden constitucional. Son casi 7.2 millones de venezolanos que salieron en todo el territorio nacional, en todo el planeta e indistintamente de su condición socioeconómica, a otorgar un mandato transparente al liderazgo del país, orientado a poner en funcionamiento la democracia y el estado de derecho. Son casi 7.2 millones de ciudadanos que salieron a respaldar más de 100 días de protestas, a elevar su indignación frente al colapso económico y social y que exigen se liberen inmediatamente a todos los presos políticos y que se detenga la violación de los derechos humanos. Son casi 7.2 millones de voluntades que se manifestaron a pesar de tener en contra a toda la institucionalidad electoral, a pesar del cerco comunicacional y el ejercicio de la censur, y a pesar de no contar con suficientes recursos para organizar una jornada de esta naturaleza en menos de dos semanas. Esto hace que las comparaciones con otros procesos electorales más formales puedan resultar un tanto espurias y superficiales. El domingo vimos a una ciudadanía que fundamentalmente lo que quiere es ser libre.
El gobierno intentará minimizar el efecto de este mandato. Va a amenazar con insistir en la convocatoria de una Asamblea Constituyente y argumentará que el proceso de consulta fue ilegal; pero lo cierto es que simbólicamente la fuerza de la sociedad venezolana ahora es más grande que hace algunas semanas atrás, el mandato que acaba de otorgarle a la dirigencia es legítimo y democrático pero sobre todo es una petición perfectamente razonable. Si el gobierno insiste en avanzar con la Constituyente se encontrará con una sociedad aún más rebelde que no dudará en salir a defender sus derechos con más fuerza . Y es muy probable que esta situación genere aún más resistencia al interior del aparato estatal; pues si los riesgos de quiebre eran altos antes de la consulta popular -debido tanto a las protestas como a las decisiones del Tribunal Supremo de Justicia-, ahora las probabilidades de que esas rupturas se profundicen son mucho más elevadas. Después de esta consulta, seguir insistiendo en una convocatoria Constituyente que viola los preceptos constitucionales pone al mundo militar en una posición institucional cada vez más compleja que supone ineludiblemente reprimir a una escala aún mayor: ya no a unas protestas sino a toda una sociedad. Con los resultados de la consulta popular, el costo de la represión aumentó exponencialmente.
La única alternativa que le garantiza al  gobierno una transición ordenada es retirar la Constituyente y ofrecer una negociación. El problema que tiene el Presidente Maduro es que esa negociación ocurriría en el contexto de un mandato democrático de restauración del orden constitucional. Y por lo tanto, para el gobierno, la negociación no podrá ser una excusa para evadir las restricciones constitucionales, tal como ocurrió en Octubre del 2016 cuando el proceso revocatorio fue suspendido arbitrariamente  y el gobierno logró también evadir las elecciones regionales. En esta oportunidad, la comunidad internacional será mucho más exigente en cuanto a las condiciones de este proceso de negociación y también será más cuidadoso en documentar los acuerdos para poder verificar su implementación. La oposición, por su parte, debe saber administrar este mandato ciudadano. Tiene dos semanas para avanzar pero debe abrir un compás activo para ver si el gobierno mantiene o retira su amenaza de continuar con la Constituyente. La oposición también debe permitir que aumente la presión internacional y se materialicen las ofertas de mediación que se vienen construyendo desde el exterior. Si no hay respuestas, el país volverá inevitablemente a la senda de escalada del conflicto que la viene caracterizando y a una mayor profundización de su crisis de gobernabilidad. En esta nueva etapa, la sociedad terminará de dar el resto por la protección de sus derechos y la restauración del orden democrático, pues detrás de este evento cívico no hay sólo votos y la manifestación de una mayoría, sino hay, sobre todo, un enorme compromiso de lucha ciudadana.
Michael Penfold es Investigador Global del Woodrow Wilson Center, Profesor Titular del IESA en Caracas y Profesor Invitado de la Universidad de Los Andes en Bogotá. Es Ph.D de la Universidad de Columbia especializado en temas de Economia Politica y Politica Comparada. Fue Director de Politicas Publicas y Competitividad de la CAF Banco de Desarrollo de America Latina. Es Co-autor junto con Javier Corrales de Un Dragon en El Tropico: La Economia Politica de la Revolucion Bolivariana (Brookings Institution) que fue seleccionado por Foreign Affairs como mejor libro del Hemisferior Occidental. Autor también de Dos Tradiciones, Un Conflicto: El Futuro de la Descentralización (Mondadori) Editor del Costo Venezuela: Opciones de Politica para Mejorar la Competitividad y Las Empresas Venezolanas: Estrategias en Tiempo de Turbulencia.

Por Michael Penfold | 17 de julio, 2017
Foto principal: De izquierda a derecha los rectores Francisco José Virtuoso, Raúl López, Cecilia García Arocha, Jessy Divo y Benjamín Scharifker. Fotografía de Leo Álvarez



Tal día como hoy
Alberto Barrera Tyszka
Por Alberto Barrera Tyszka | 16 de julio, 2017
Fotografía de Diego Vallenilla, tomada durante la recolección de firmas en Bello Monte, Caracas, para el referendo revocatorio.
Puedes pronunciar tu nombre.  Porque votar es también un acto de lenguaje. Una forma de nombrarnos. De decir quiénes somos. Uno a uno. Es una manera de hacernos visibles. De deletrear nuestras miradas y nuestras pieles, los colores que somos, la historia que vamos viviendo, lo que nos gusta, lo que nos duele, lo que deseamos, lo que ya no podemos tolerar. Tal día como hoy tenemos la oportunidad de decir todo lo que quieren que callemos.
Porque el proyecto de la Constituyente es el proyecto del silencio. Es un programa para acallar todas las voces que no sean el sonido oficial.  El oficialismo no quiere debates. No quiere disidencia. No quiere poderes independiente. Ya no quiere ni siquiera votos distintos. Menos ahora que la Fiscalía amenaza con sacar a flote las verdades de la corrupción. El que menos puja tiene una suegra con 42 millones de dólares en tres bancos de Suiza. Prometieron detener y encarcelar a los corruptos y han terminado deteniendo y encarcelando a estudiantes, a periodistas, a líderes sociales, a cualquier que se ponga de pie y pretenda quejarse y protestar. Para eso también existe este domingo. Para votar en contra de los enchufados. Para evitar quedarnos definitivamente mudos.
Tal día como hoy podemos decirle a Tibisay Lucena mentirosa. Sí. Tres veces sí. Tres veces mentirosa. Embaucadora. Tramposa. Hiciste lo imposible por impedir el Referendo Revocatorio. Violando la Constitución, apagaste la elecciones regionales. Pero cuando el gobierno te lo indicó saliste corriendo a organizar y legitimar la Constituyente del Partido.  Y, como si todo esto no fuera suficiente, propones para este mismo domingo un simulacro oficial.  No se puede ser tan infantil y tan evidente. No se puede traicionar de manera tan impúdica a las mayorías del país. Tal día como hoy podemos decirle todo esto al CNE. Con un voto. Sólo con eso.
Llevamos más de tres meses observando cómo actúa el bolivarianismo salvaje. Todos hemos visto demasiados videos aterradores. Hemos leído y escuchado testimonios estremecedores. En la historia reciente, como país, nunca antes tuvimos tantas ganas de llorar, tantos días llenos de crueldad y también de mucha cobardía.  Los 7 u 8 tipos que acosaron y golpearon brutalmente a Gyanny Scovino en Lecherías, por citar un ejemplo reciente, son fundamentalmente unos cobardes. Lo hemos visto repetidamente. Caen en bandada, en cayapa, entre varios y por todos lados, sacuden y apalean a ciudadanos indefensos. Les dan con todo. Sin respeto. Sin piedad. Hasta el asco. Ninguno de esos asaltantes debería llevar uniforme. Ningún debería ser considerado un “soldado de la patria”.  Tal día como hoy podemos decírselo. Tal día como hoy podemos gritarle todo esto al Ministro Padrino López.  Podemos demostrarle que, a pesar de todas sus bombas lacrimógenas, seguimos creyendo en la democracia. Este domingo tenemos el chance de convertir la rabia en voto.
Conatel intentó lo imposible: quitarnos el lenguaje. Es otra muestra más del Estado histérico: ahora también están persiguiendo palabras. El gobierno lleva ya demasiado tiempo empeñado en desconocer al pueblo.  Ha desconocido sus realidades. Ha declarado que en Venezuela no hay hambre, que nadie pasa necesidad, que los hospitales funcionan, que hay seguridad y bienestar, que somos como Alemania pero en el trópico. El gobierno ha dicho que todas tus angustias solo son una ficción mediática. Una manipulación de la derecha internacional. Otro exceso de la oposición. Nicolás Maduro se ha reído de la pobreza. Han bailado sobre el dolor y sobre la muerte. Como si no les perteneciera. Ellos solos se salieron del mapa. No reconocen la existencia de otros que no sean ellos. Y ellos cada vez son menos. Su idea de país se reduce a la velocidad del vértigo.
Ningún pequeño funcionario puede venirnos a decir cómo se llama este domingo. Tal día como hoy puedes decir y repetir que esto es una consulta popular, que todos somos pueblo y que todos debemos ser consultados. Nuestro voto le da nombre al país. Este puede ser un domingo de una rebeldía imbatible. Hoy tenemos una oportunidad casi única. Tal día como hoy, participativos y protagónicos, diversos y libres,  podemos salir a firmar entre todos una nueva carta de independencia.

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