La cultura digital volvió un boom las obras escritas por fans: millones de chicos las consumen gratis en la Web.
Uno de los géneros más frecuentados por los jóvenes en la actualidad, y no sólo como lectores, sino también como escritores, es el de la fanfiction. El éxito arrollador de 50 sombras de Grey, un relato que había sido pensado como fanfiction de Crepúsculo, o la popularidad de la plataforma de publicación online Wattpad, con 45 millones de usuarios que escriben y leen ficciones, son síntomas de un fenómeno que se inició como una práctica amateur y ahora es explotada por la industria editorial. Hasta hace casi diez años la escritura de fanfiction era una práctica minoritaria con reglas claras: no lucrarás con tus historias y evitarás que la industria las conozca.
Fanfiction es un término relativamente amplio que cubre aquellas obras (viñetas, cuentos, poemas, novelas por entregas) creadas por fans a partir de distintos productos de la industria del entretenimiento: series televisivas, películas, libros, games, etc. Se trata de una práctica amateur y predominantemente femenina, que por lo menos tiene ya cinco décadas de historia, si se acepta el relativo consenso de fijar el inicio en los primeros relatos basados en la serie de ciencia ficción Star Trek (1966-1969) incluidos en fanzines, publicaciones precarias, confeccionadas por fans.
Los relatos que creaban las fans, los fanfics o fics, podían mantenerse cercanos al texto “fuente” y retomar la trama original a partir de un punto para continuarla, ahondar en la psicología de un personaje, expandir un hecho apenas sugerido, o bien trasladar los personajes originales a un universo alternativo. Estas diferentes posibilidades fueron dando lugar a subgéneros. Uno de los más exitosos es, sin dudas, el slash, que consistía en imaginar relaciones amorosas o directamente sexuales entre dos personajes masculinos presentados como heterosexuales en el original: Star Trek y sus fanfics sobre los amores del capitán Kirk y el orejudo señor Spock fueron pioneros en este sentido. En los primeros años, la práctica se centró en series que construían un destinatario masculino y carecían de personajes femeninos fuertes o al menos interesantes, por lo cual esa primera fanfiction pudo ser fácilmente considerada por los académicos que analizaron el fenómeno como un caso de resistencia al mensaje de los textos de la industria. Pero no toda la fanfiction tiene características de lectura oposicional.
Durante los primeros veinte años, aunque innumerables series y libros fueron sumándose al fenómeno, seguía tratándose de una práctica restringida a muy pocas iniciadas. Todo cambió cuando, en la década del 90, explotó la comunicación por vía digital: en un comienzo fueron los newsgroups de Usenet, y luego intensos intercambios en listas de correo electrónico. Hacia finales de la década, se crean dos sitios centrales para la historia de los fandoms (como se llama hoy a los grupos de fans): Fanfiction.net, convertida hoy en un gigantesco archivo que aloja 8.700.000 fics, y la plataforma de blogs LiveJournal, que tenía la enorme ventaja de ofrecer a la vez la posibilidad de un espacio personal y un lugar de creación de comunidades. Algunos años después, surge Archive of our own, un archivo multifandom online, creado por Organization for Transformative Works (OTW), ente sin fines de lucro “de fans para fans”. Uno de los servicios que presta la OTW es el asesoramiento legal para aquellos que reciban intimaciones de parte de los propietarios de los textos admirados. Archive of our own es un sitio que suelen elegir las autoras (fanficcers) que llevan ya años en los fandoms y comparten una forma de entender el fanatismo según la cual la lógica imperante es más cercana a lo que los antropólogos llaman “economía del don” que a la pulsión acumulativa propia del capitalismo. Este rasgo, que no es sólo característico de las ficcers sino de los fans en general, a menudo es el que más malentendidos genera entre los legos, sospechosos de que no puede haber sólo altruismo en un fan que se queda sin dormir para que la serie recién estrenada cuente con subtítulos traducidos. El don recibido se devuelve con agradecimientos y elogios; hay algo más que altruismo: la adquisición de una buena reputación en los fandoms, la construcción de redes de reciprocidad.
Estas reglas se fueron transmitiendo en los fandoms tanto en las convenciones en espacios públicos como en los diferentes sitios online que frecuentaban. Pero las cosas habían comenzado a cambiar y en gran medida debido al desarrollo de productos dirigidos al público juvenil, como el de la saga de Harry Potter, de J.K. Rowling, en primer lugar, y luego la de Crepúsculo, de Stephenie Meyer, ambas llevadas al cine. Las dos crearon fandoms nuevos, en los que no siempre las reglas anteriores se tenían en cuenta. Esto se hizo evidente con la publicación de 50 sombras de Grey, originalmente un fanfic de Crepúsculo que se llamaba Masters of the Universe. Para poder publicar el relato, la autora E.L. James apeló a un recurso que entre las fans se llama “borrar los números de serie” y consiste en eliminar los elementos que señalen su origen de fic. Es conocido el éxito del libro, que le valió a su autora ingresos multimillonarios; en cambio, poco se supo de las críticas que le llovieron en la web por parte de las fans que abrazaban la lógica del don: para ellas, había violado una de las normas guías de esta cultura que es la de que no se lucra con el trabajo fan.
Los cambios en la relación entre fanficcers e industria se hicieron más visibles aún con la divulgación masiva de la plataforma de publicación Wattpad, que hoy es furor entre las escritoras jóvenes, pero despierta una enorme desconfianza entre las fans “tradicionales”. Wattpad aloja todo tipo de escritos, tanto originales como fics, y no hay mayor diferencia en el modo de presentación de ambas, a excepción de unos pocos tags. Una de las características reveladoras de la arquitectura del sitio es que las historias van acompañadas por una imagen de “tapa”, que los autores diseñan con esmero. Se produce así una paradoja notable al unirse el índice canónico del objeto libro con un uso que está intensamente ligado a un presente digital: el 85% de los 45 millones de usuarios de Wattpad son jóvenes entre 13 y 30 años que no sólo leen sino que escriben y publican desde dispositivos móviles. Aunque no fue la intención original del sitio, hoy la fanfiction ocupa una proporción importante de las publicaciones y entre sus empleados hay una Especialista en Participación Comunitaria para Fanfiction.
El caso más resonante de éxito de una publicación en Wattpad es el de After, novela de Anna Todd, una joven de 26 años que nunca había escrito profesionalmente antes y comenzó con timidez una historia que corresponde a un género no demasiado bien visto por las fans al que llaman “Real person fic”, que imagina una trama vivida por una persona real, en este caso Harry Styles, uno de los integrantes de la banda pop británica One Direction. Al haber alcanzado la escandalosa cifra de mil millones de lecturas online, Todd firmó, con la intermediación de Wattpad, un contrato con la editorial Simon y Schuster en 2014: convirtió la historia en cuatro volúmenes vendidos ya en más de 30 países.
Las “viejas” fans (que pueden serlo a los 35) miran desconcertadas el fenómeno: ¿escribir desde el celular? ¿Sin revisar las faltas de ortografía? Impensable para ellas. Y los cambios no son sólo formales: el slash es minoritario en Wattpad, que en su mayor parte alberga historias románticas muy similares a las que vende el mercado. Por otra parte, a diferencia de lo que sucedió con E.L. James, en las comunidades en torno a Wattpad nadie pareció horrorizarse por la publicación en papel de After, con el consabido cambio de nombre del protagonista (Hardin Scott en lugar de Harry Styles). La vieja economía del don y de la reciprocidad, sin embargo, resiste en los sitios de fans, donde se valora la mirada de la comunidad y se busca eludir la vigilancia de la industria.
Foto: Wattpad. El sitio tiene 45 millones de usuarios; el 85% está compuesto por jóvenes de 13 a 30 que leen, escriben y publican desde dispositivos móviles.
Libertad Borda es Doctora en Ciencias Sociales (UBA).
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