El síndrome de Hubris también escrito como hibris o hybris es un concepto griego que aparece en las personas en cualquier entorno social, el único requerimiento para adquirirlo es una cosa: tener una posición que implique tener poder en los demás.
En mayo del 2008, el político y médico británico Lord David Owen publicó un interesante libro titulado “En el poder y en la enfermedad: enfermedades de jefes de Estado y de Gobierno en los últimos cien años”. En esa obra, considera que el síndrome de Hubris suele mezclarse, en muchas ocasiones, con el narcisismo y con el trastorno bipolar.
En mayo del 2008, el político y médico británico Lord David Owen publicó un interesante libro titulado “En el poder y en la enfermedad: enfermedades de jefes de Estado y de Gobierno en los últimos cien años”. En esa obra, considera que el síndrome de Hubris suele mezclarse, en muchas ocasiones, con el narcisismo y con el trastorno bipolar.
El término hubris proviene del vocablo griego ‘hybris’, que en su significado moderno describe a una persona que, por tener excesiva soberbia, arrogancia y autoconfianza, desprecia, sin piedad los “límites divinamente fijados sobre la acción humana” además del hecho de negarse a escuchar o seguir los consejos y una forma particular de incompetencia cuando predominan la impulsividad, la imprudencia y la frecuente falta de atención a los pormenores.
Los griegos utilizaban la palabra para definir al héroe que lograba la gloria, esa gloria lo llevaba a un estado de embriagues por el éxito logrado y se empezaba a comportar como un Dios, capaz de cualquier cosa y este sentimiento le llevaba a cometer un error tras otro; como castigo al ‘Hubris’ está la ‘Nemesis’, que devuelve a la persona a la realidad a través del fracaso y la pérdida del poder.
“Las presiones y la responsabilidad que conlleva el poder termina afectando a la mente”. Según el neurólogo David Owen, llega un momento en que quienes lideran dejan de escuchar, se vuelven imprudentes y toman decisiones por su cuenta, sin consultar, porque piensan que sus ideas son correctas. Por eso, aunque finalmente se demuestren erróneas, nunca reconocerán la equivocación y seguirán pensando que las decisiones que toman son las correctas.
También el psiquiatra Alejandro Madrigal Zentella explica que tras un tiempo en el poder, las personas que padecen Hubris desarrollan una tendencia paranoide. “Todo el que se opone a él o a sus ideas son enemigos personales, que responden a envidias”.
Fases del Síndrome de Hubris
Dudas. Después de ser nombrados para ocupar un cargo, es habitual que no nos encontremos totalmente seguros de nuestros movimientos. Que dudemos de nuestras decisiones. Es algo normal, ya que no hemos tenido ninguna experiencia similar anterior. Esto hace que nos movamos guiados por la prudencia.
Autoconfianza. Si las cosas empiezan a salirnos bien y nuestras decisiones han sido un éxito, empezamos a sentir que somos muy buenos, que lo hacemos todo muy bien y que somos merecedores del cargo que ocupamos. Incluso que éste empieza a quedarse pequeño para alguien tan valioso.
Halagos. Hemos alcanzado el éxito y empieza a acercarse a nosotros un enjambre de oportunistas, arribistas y aduladores. Incluso, extrañamente, y aunque nunca hayamos sido unos ligones, empezamos a parecer mucho más atractivos para el sexo opuesto. Los halagos de los aduladores refuerzan nuestro ego y empieza a generarse una sensación de endiosamiento.
Arrogancia. En esta fase, creemos que somos indispensables, no entendemos cómo hasta ahora la empresa ha podido sobrevivir sin nosotros y entendemos que cualquier decisión nuestra es acertada por el simple hecho de que la hemos tomado nosotros. Muchas de estas decisiones sólo responden a meros caprichos o impulsos sin base racional.
Soberbia. Es la fase de la ‘idealización megalomaníaca’. Nos consideramos infalibles, indispensables y creemos que vamos a disfrutar de poder para siempre.
Paranoia. “Todos los que me critican actúan movidos por la envidia”, piensan quienes padecen el Síndrome de Hubris. Este pensamiento les lleva a rechazar las críticas. Quienes las hacen pasan a ser considerados como enemigos personales.
Caída en desgracia. En el caso de los políticos, se concreta en la derrota electoral; en el mundo de la empresa, en el despido. En cualquiera de los casos, no entienden por qué han sido desposeídos de sus cargos. En ocasiones, la nueva situación desemboca en un cuadro depresivo.
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