Algunas cuestiones previas
En el 2008, se cumplió el 150º aniversario de la finalización de la redacción de los Grundrisse der kritik der politischen ökonomie, también conocidos como los Manuscritos de 1857/58 o simplemente, Los Grundrisse. Esta obra es, en rigor, la primera redacción sistemática de El Capital y constituye, a pesar de su carácter de manuscrito no preparado para la publicación, uno de los textos fundamentales de Marx.
Sin embargo y a pesar de que las ciencias sociales modernas se han construido en un diálogo permanente con la obra de Marx, no recordamos haber escuchado referencias ni leído artículos o notas realizadas para dar cuenta de semejante aniversario. Esto no quiere decir que no se hayan escrito o se vayan a escribir algunos textos dedicados a conmemorar el aniversario. ¿Cómo saberlo? Pero, en conjunto, la cuestión pasó y pasará casi desapercibida. Creemos que esto no es casualidad, y que refleja con exactitud el estado de la teoría social contemporánea, marcada por la aceptación del orden existente y una obsesiva vocación ahistórica. En este marco, resulta casi impensable que se reconozcan los méritos de una obra tan revolucionaria como los Grundrisse.
¿En qué consiste el carácter revolucionario de la obra? En la introducción de 1857 encontramos expuesto el método mediante el cual, Marx emprenderá el estudio de la sociedad capitalista. Se trata de uno de los poquísimos textos en los que Marx se refiere directamente al método (un antecedente se encuentra en Miseria de la Filosofía).
Coincidiendo con Vargas Lozano (2008), sostenemos que las tesis expuestas no pueden tomarse en forma aislada sino que deben ponerse en contexto y articularse con las obras publicadas. Los pasajes metodológicos de la Introducción de 1857 clarifican el método seguido por Marx en su crítica de la economía política. Con estos textos inconclusos, más la correspondencia de Marx y Engels, es posible adquirir una visión más acabada del conjunto de la teoría de Marx. Esta aparece alejada de la imagen de dogmatismo y de determinismo económico que construyó el marxismo de la II Internacional (1889-1914) y que luego, fuera retomada por los partidos comunistas del período estalinista.
En opinión de Vargas Lozano (2008), Los Grundrisse (particularmente, su introducción) contienen explicaciones, aclaraciones y profundizaciones en torno a los aspectos metodológicos mediante los cuales, Marx emprendió el estudio de la economía política capitalista; análisis que se plasmó en su obra cumbre, “El Capital”. Es por esto que debemos tener en cuenta el estudio de los manuscritos de 1857/58, considerándolos como un aporte sustancial para la comprensión de los principales conceptos y principios metodológicos del materialismo histórico.
Pero la enorme riqueza de los Grundrisse no se agota en la Introducción. También se encuentran en ellos:
El célebre análisis de las formaciones sociales precapitalistas (publicado en volumen aparte por el historiador británico Eric Hobsbawm).
La exposición de la categoría de enajenación que había sido abandonada, luego de ser presentada en los Manuscritos de 1844 y que es reformulada en “El Capital” en el capítulo sobre El fetichismo de la mercancía.
El primer desarrollo de la categoría de plusvalor (a punto tal que puede decirse que los Grundrisse constituyen un punto de llegada en la crítica de la economía política emprendida por Marx en la década de 1840)
Lamentablemente, no contamos con el espacio suficiente para tratar todos estos puntos. En el presente artículo, nos proponemos, específicamente, analizar la Introducción de 1857 a Los Grundrisse. El abordaje de la misma permite tratar temas fundamentales para la comprensión de la teoría de Marx. Comenzaremos con las premisas ontológicas desde las cuales, parte la elaboración metodológica. Posteriormente, veremos la relación estructura – superestructura y el lugar central que ocupa el proceso de producción. Trataremos de exponer el problema del determinismo o la autonomía relativa de la superestructura, planteando una crítica de la metáfora espacial de la base – superestructura, para pasar a analizar luego, las diferencias entre las determinaciones generales abstractas y las determinaciones dialécticas. Veremos la dialéctica de las categorías y el movimiento histórico de las mismas. Finalmente, procuraremos realizar una síntesis que de cuenta de aquellos aspectos que consideramos centrales para la comprensión del método marxiano.
Los principios ontológicos
Las premisas ontológicas desde las que parte Marx para elaborar el método ya habían sido expuestas en otro de los textos manuscritos conocidos con posterioridad a su muerte. Se trata de las famosas “Tesis sobre Feuerbach” (redactadas por Marx en Bruselas hacia marzo de 1845, y publicadas por primera vez por Engels en 1888, en su trabajo Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana).
La primera de estas premisas ontológicas sostiene que la realidad, las cosas, lo concreto real, tiene una existencia anterior a la captación conciente y a la práctica del ser humano. En rigor, se trata del principio materialista. Sin embargo, es importante tener presente que no se trata del viejo materialismo, basado en la pasividad del sujeto y en la negación del papel de la práctica. En este sentido, es significativo que el “materialista” Marx rescate en las tesis el aspecto positivo del idealismo, es decir, el énfasis en el rol activo del sujeto (aunque considere que enfoca la cuestión de manera abstracta, unilateral).
En la introducción a Los Grundrisse, Marx realiza un comentario acerca de la posición adoptada por Hegel y da cuenta de su propio punto de vista. Mientras que para Hegel la realidad es puesta por el concepto, para Marx el concepto surge de la realidad. El pensamiento del ser humano actúa como mediador entre el objeto y el concepto. Hegel piensa la totalidad concreta “como producto del concepto que piensa y se engendra a sí mismo, al margen de y por encima de la intuición y de la representación”. Marx nos dice que “lo concreto es concreto porque es la síntesis de múltiples determinaciones, porque es, por lo tanto, unidad de lo múltiple. En el pensamiento lo concreto aparece, consiguientemente, como proceso de síntesis, como resultado, y no como punto de partida, a pesar de que es el punto de partida real y, en consecuencia, también el punto de partida de la intuición y la representación.” Vemos entonces que, mientras para Hegel existe una idea que se encarna en lo concreto, en Marx lo que tenemos como punto de partida es la realidad concreta como síntesis de múltiples determinaciones a las que el pensamiento mediante un proceso de síntesis nos permite tener acceso.
La dialéctica marxista implica la unidad de dos procesos: uno que va desde lo abstracto a lo concreto, otro que se dirige de lo concreto a lo abstracto. El resultado abstracto solo puede ser considerado verdadero si se reproduce la unidad de lo diverso, la síntesis de las múltiples determinaciones que se encuentra en lo concreto. Como sostuviera Lenin, la dialéctica en Marx consiste en un doble análisis deductivo e inductivo, lógico e histórico. La dialéctica integra y explica la relación entre la esencia del fenómeno y la apariencia. En términos de Kosik (1976) ésta se plasma como el proceso que va de la parte al todo y del todo a la parte; del fenómeno a la esencia y de la esencia al fenómeno; de la realidad a la contradicción y de la contradicción a la realidad y del objeto al sujeto y del sujeto al objeto.
La segunda premisa ontológica, que también podemos encontrar desarrolla da en las Tesis sobre Feuerbach, en particular en la segunda tesis, es la de la primacía que debe tener la actividad práctica en la reflexión sobre la sociedad. Es mediante la actividad práctica que los hombres logran construir una nueva realidad: la realidad social. Por otro lado, como ya se había expresado en la segunda tesis es la práctica la que aporta los criterios de verdad sobre el pensamiento humano.
Es a partir de estas premisas que Marx elaborará su método de investigación. Mandel (1979) realiza una excelente descripción del mismo al sugerir una articulación de seis procesos que darían cuerpo a la dialéctica marxista. Estos podrían enumerarse de la siguiente manera:
La apropiación abarcadora del material empírico y un dominio de este material en todas sus determinaciones históricas pertinentes.
Progresión de lo concreto a lo abstracto que consistiría en la división analítica del material para obtener sus elementos abstractos constituyentes.
Exploración de las conexiones entre estos elementos abstractos constituyentes que expliquen su esencia.
Progresión de lo abstracto a lo concreto o reproducción de lo concreto en el pensamiento como síntesis de múltiples determinaciones. El descubrimiento de los vínculos intermedios que efectúan la mediación entre la esencia y las apariencias superficiales del material.
Verificación empírica de los pasos 2,3 y 4 en la historia concreta.
Descubrimiento de datos nuevos y pertinentes empíricamente y de nuevas conexiones a través de la aplicación de los resultados en la práctica transformadora.
La relación estructura – superestructura. Centralidad de la producción
Tal vez la mejor forma de comprender la importancia de los Grundrisse consista en comparar la concepción de la totalidad social que se encuentra en su introducción, con la concepción expuesta en el prólogo a la Contribución a la Crítica de la Economía Política (1859). En un pasaje famoso, Marx presenta a la sociedad como una estructura, un todo organizado, formada por un conjunto de relaciones complejas que se subordinan o determinan entre sí: “en la producción social de su existencia, los hombres entran en relaciones determinadas, necesarias, independientes de su voluntad; estas relaciones de producción corresponden a un determinado grado de desarrollo de su fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción constituyen la estructura económica de la sociedad, la base real, sobre la que se eleva una superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social.” Para poder describir esta estructura, Marx apela a la metáfora del edificio (base-superestructura). Esta metáfora posee un indudable valor didáctico, pues enfoca la atención hacia el proceso de producción, tradicionalmente ignorado por la mayoría de los teóricos sociales. También es cierto que, hacia 1859, Marx era casi un desconocido en el plano de las ciencias sociales puesto que sus escritos principales o bien eran manuscritos o bien eran textos que no habían sido vueltos a editar (sólo a partir de la décadas de 1870 y 1880 se produjo una difusión masiva de las principales obras de Marx – no así de los manuscritos -). De ahí, que al publicar la Contribución, se propusiera exponer en su prólogo las principales tesis de su teoría de la sociedad.
Sin dejar de tener en cuenta lo anterior, hay que decir que la metáfora del edificio deja de lado buena parte de la riqueza del análisis marxista de la sociedad, pues contiene en sí misma la tendencia a presentar la relación entre base y superestructura como una relación de determinación unilateral, donde las modificaciones en la base se traducen automáticamente en cambios en la superestructura. Es en este sentido que puede decirse que la metáfora del edificio opera como una metáfora epistémica, en la que el tipo de imagen presentada conlleva una forma particular de concebir la realidad. Es decir, no se trata sólo del uso de una metáfora sino de toda una forma de pensar la totalidad social. Así, en el pasaje citado del prólogo de 1859, vemos que en la base se desarrolla la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción y que esta contradicción determina el movimiento y la dirección de la superestructura. Aquí, Marx percibe el sesgo determinista de esta afirmación y aclara que la dialéctica social se reproduce en todos los niveles y que en muchos casos, las cuestiones superestructurales condicionan parcialmente los movimientos de la base. Más adelante, volveremos sobre este punto.
En la introducción a los Grundrisse (1857), Marx desarrolla una concepción más rica y compleja de la totalidad social, que permite eludir los riesgos del determinismo. Así, las relaciones que se dan en el marco de la estructura social son concebidas condicionándose mutuamente en forma dialéctica. En la introducción de 1857, Marx explica cómo se dan las relaciones entre la producción, distribución, intercambio y consumo en la sociedad capitalista y llega a la conclusión de que estos cuatro procesos se condicionan dialécticamente dentro del todo de sus relaciones.
Esto no quiere decir que Marx supere el determinismo para caer en el relativismo. En la introducción de 1857, Marx no pierde de vista la preponderancia lógica y ontológica de la producción social por sobre los demás elementos y relaciones: “En todas las formas de sociedad hay una producción determinada que asigna a todas las demás su rango e influencia. Es una iluminación general en la que se sumergen todos los demás colores y que los modifica en su particularidad.” Con esto, Marx quiere decirnos que la producción trasciende a todos los demás elementos e imprime en ellos características especiales. Este hecho no puede soslayarse a la hora de realizar un análisis complejo de las formaciones sociales. Para entender claramente este punto, hay que tener en cuenta que Marx define a la producción de una manera ampliada; es decir, que la producción implica tanto producción de bienes y servicios, como producción de relaciones sociales e ideología.
Veremos, a continuación, cómo una lectura detallada de la introducción de los Grundrisse nos permite entender la complejidad de esta cuestión, puesto que para no caer en el determinismo economicista, debemos reconocer cierta autonomía relativa a nivel superestructural y estudiar qué consecuencias trae aparejadas metodológicamente a la hora de abordar el estudio del capitalismo
Determinismo o autonomía relativa de la superestructura
Ahora bien, retomaremos esta idea claramente expresada en la introducción de 1857 acerca de la autonomía relativa de la superestructura. Tal vez, sea esta una de las cuestiones poco aclaradas en el trabajo de 1859 y que debe tenerse en cuenta puesto que no existe desde la óptica de Marx, un determinismo o una formulación simple de la causalidad en la influencia que recibe la superestructura social de parte de la estructura.
En la introducción Marx nos da el ejemplo del arte griego: “Es sabido, por lo que al arte se refiere, que determinadas épocas de florecimiento del mismo no están en modo alguno en relación con el desarrollo general de la sociedad, y, por lo tanto, tampoco con el fundamento material, con el esqueleto de su organización. [...] Es sabido que la mitología griega no sólo era el arsenal del arte griego, sino además el terreno del que se alimentaba. ¿Es posible la intuición de la naturaleza y de las relaciones sociales que sirve de base a la fantasía griega y, por lo tanto, a la mitología griega, con las máquinas de hilar automáticas, con los ferrocarriles y locomotoras y con los telégrafos eléctricos?”
Si bien todo arte se construye, por así decirlo, a partir de la influencia de las condiciones materiales dadas en la estructura social propia de su época; esta influencia no es absolutamente determinante pero además, trasciende su tiempo para conformar valores permanentes. Esto puede darse también de esta manera si tomamos otros modos del saber tales como por ejemplo: la filosofía, la ciencia, etc. De allí, que la metáfora del edificio nos parece insuficiente para describir la concepción de la sociedad de Marx. En todo caso, para poder avanzar en la comprensión de esta última, hay que partir de un concepción ampliada del proceso de trabajo, del papel de las relaciones sociales y de la caracterización de la política como una lucha de resultados indeterminados (en la que el resultado no se conoce de antemano, es el producto de la lucha de clases). En este trabajo, sólo podemos limitarnos a apuntar estos elementos.
Determinaciones generales abstractas y las determinaciones dialécticas
A continuación, y una vez planteado ya el problema del efecto no determinante (en sentido fuerte) de la producción sobre la superestructura (y esto sin perjuicio de reconocer el carácter central del proceso de trabajo), sino el carácter relativamente autónomo de esta superestructura por sobre las condiciones materiales, estamos en condiciones de avanzar en el tratamiento de otro de los problemas que Marx debe resolver para dar forma al método que le permitirá construir todas sus conceptualizaciones sobre la sociedad capitalista. Se trata del problema del tránsito de las determinaciones particulares, que son válidas para un solo momento histórico, y las generales abstractas, válidas para todo momento o época histórica.
Aquí, es importante detenernos un poco para realizar un rodeo. Marx quiere fundamentar su método de tal manera que quede claro que lo que está construyendo es ciencia en sentido fuerte. Las discusiones sobre el status científico de la historia están presentes en el ámbito académico desde fines del S XVIII. Por una cuestión de espacio, no desarrollaremos una descripción y análisis de cada postura pero sí es preciso destacar que Hegel, por ejemplo, subordinaba la historia a una filosofía de la historia que permitía al investigador volver inteligible los hechos y datos históricos permitiéndole ver cómo el espíritu absoluto se encarnaba en ellos. Lo que se discutía desde el punto de vista epistemológico era la transhistoricidad de las categorías y la autonomía de la historia como ciencia. Marx apunta justo al centro de la discusión aportando un método que permite precisamente estudiar las categorías desde una postura autónoma: el materialismo histórico.
Marx plantea el problema de las determinaciones generales abstractas utilizadas por la economía burguesa clásica y nos dice que debemos tener mucho cuidado a la hora de comenzar el estudio de la economía política en general. El ejemplo de la población es bastante gráfico: “Parece correcto empezar por lo real y concreto, con el presupuesto efectivo; y en consecuencia, empezar, por ejemplo en la economía con la población, que es el fundamento y sujeto de todo acto de producción social. Sin embargo, […] esto se manifiesta como falso. La población es una abstracción, si dejo, por ejemplo, de lado las clases de las que se compone...”
Para Marx, la generalidad población debe ser abordada teniendo en cuenta todas sus determinaciones las cuales, pueden pertenecer sólo a algunas épocas históricas o por el contrario, a todas ellas.
Siguiendo a Vargas Lozano (2008), aquí tenemos definida claramente la diferencia entre el método de la Economía Política Clásica y el que construye Marx para su análisis: “Mientras la economía Política inglesa hace uso de las abstracciones generales como un apoyo ideológico a su teoría al hipostasiar las relaciones sociales burguesas, Marx, por el contrario, utiliza las generalidades siempre sometidas a los procesos materiales específicos y determinadas por la historia tanto en sus alcances como en sus limitaciones.”
En la introducción de 1857, Marx nos dice que el método de “elevarse de lo abstracto a lo concreto” es el verdadero método científico para apropiarse de lo concreto tal como se nos aparece. En este sentido, al comenzar por la población debe prestarse atención a las determinaciones más simples que la componen. Si por el contrario, avanzamos pasando por alto este proceso reproduciendo una imagen ideal difusa llegaremos solo a confusiones.
Entonces, vemos que en el plan de trabajo siempre esta presente la idea de elevarse de lo abstracto hacia lo concreto. Se trata de tener siempre en cuenta las relaciones del todo con las partes, de lo universal sometido a las determinaciones y de las determinaciones sometidas a la influencia de lo universal. Marx considera a la economía como una totalidad, como un todo organizado.
Por medio del pensamiento es posible partir de lo concreto real (población) para llegar a las determinaciones simples que la componen. Pero es fundamental también tener en cuenta que las determinaciones no son mentales e independientes de la realidad sino que se configuran en la conciencia a partir de las relaciones reales que se dan en el marco de la estructura social.
Una vez llevado a cabo el primer paso del análisis, Marx nos propone volver a emprender el camino de regreso hasta llegar nuevamente a la población sólo que esta vez, esta no será una representación caótica de la realidad sino “una totalidad rica de múltiples determinaciones y relaciones”.
En resumen, Marx propone partir de lo concreto teniendo en cuenta que lo concreto es síntesis de múltiples determinaciones, unidad de lo múltiple. Como esto se hace visible a través de un proceso de síntesis o la reconstrucción de lo concreto a partir de sus determinaciones abstractas simples, lo concreto parece el punto de llegada aunque en realidad, a la hora de realizar el trabajo teórico, sea el punto de partida.
El orden histórico de las categorías
Queda aún un tema por resolver. En efecto, hay que distinguir la diferencia que existe entre la forma en la que se organizan las categorías en la realidad y la manera en que las mismas aparecen históricamente.
“La categoría más simple puede expresar las relaciones dominantes de un todo no desarrollado, relaciones que existían ya históricamente antes de que se desarrollaran en el sentido expresado por la categoría más concreta.” Con estas palabras, Marx nos quiere decir que debemos tener en cuenta que ciertas categorías, como por ejemplo el dinero, ya existían como categorías simples en sociedades anteriores y antes de ocupar su posición como mediador universal de mercancías en la sociedad capitalista. Pero también, debemos advertir que existen formas sociales y categorías muy desarrolladas en sociedades históricamente no desarrolladas, como por ejemplo, la cooperación y la división del trabajo en sociedades asiáticas. En palabras de Marx: “Así, a pesar de que la categoría más simple puede haber existido históricamente antes que la más concreta, en su pleno desarrollo intensivo y extensivo, sin embargo puede pertenecer precisamente a una forma de sociedad compleja, mientras que la categoría más concreta estaba ya plenamente desarrollada en una forma de sociedad menos desarrollada.”
Por lo tanto, sería incorrecto tomar las categorías en el orden en que fueron históricamente determinantes. Marx expresa, claramente, que “su orden de sucesión está más bien determinado por la relación que tienen entre sí en la moderna sociedad burguesa, y que es exactamente el inverso del que se presenta como natural o que corresponde al orden de [sucesión en el: JAGD] desarrollo histórico.” Es preciso, entonces, tener en cuenta desde el principio, cómo se articulan y determinan las categorías en la sociedad burguesa.
La sociedad burguesa capitalista es la sociedad más desarrollada y compleja en cuanto al proceso de producción. La comprensión de las categorías que expresan sus relaciones proporciona la manera de estudiar al resto de las sociedades pasadas, sus relaciones de producción, sus formas de organización. Marx lo expresa de este modo: “la economía burguesa suministra, por lo tanto, la clave de la economía antigua, etc. Pero, en modo alguno, de la forma en que proceden los economistas, que cancelan todas las diferencias históricas y ven en todas las formas de sociedad la forma burguesa. Se puede comprender el tributo, el diezmo, etc., cuando se conoce la renta de la tierra. Pero hay que no identificarlas. (...) Marx marca la diferencia con el abordaje estándar: “El llamado desarrollo histórico descansa en general en el hecho de que la última forma considera a las formas pasadas como estadios que conducen a ella misma; y, puesto que ella rara vez y sólo en condiciones completamente determinadas es capaz de criticarse a sí misma (...) las concibe siempre de forma unilateral.
El ejemplo de la categoría trabajo es interesante. Marx nos demuestra que el trabajo como una categoría simple ha existido en toda época. Pero tomarlo de este modo consistiría en una verdad a medias del tipo de las generalidades abstractas. Se hace necesario entonces, tener en cuenta el proceso dialéctico e histórico de su constitución como categoría compleja.
La generalización de la categoría trabajo es posible sólo en la sociedad capitalista: sociedad en la cual, la categoría trabajo ha llegado a un nivel de generalidad que trasciende la distinción entre distintos tipos de trabajo. Marx sostiene que “la abstracción más simple de la economía moderna coloca en la cúspide, y que expresa una relación antiquísima y válida para todas las formas de sociedad, se presenta, sin embargo, en esta abstracción, como verdadera en la práctica sólo en cuanto categoría de la sociedad más moderna.” Vemos, entonces, que la categoría más abstracta es producto de determinadas condiciones históricas.
Bibliografía
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Directorio de sitios de internet. (Acceso: 05 de abril de 2008) http://148.206.53.230/revistasuam/dialectica/include/getdoc.php?id=10&article=11&mode=pdf.
Dussel, E. (1985): La producción teórica de Marx: un comentario a los Grundrisse. Siglo XXI, México D. F.
Kosik, K., (1976): Dialéctica de lo concreto. Grijalbo, México D. F.
Mandel, E., (1979): El capitalismo tardío. Ediciones Era, México D. F.
Marx, K. (2000): Contribución a la crítica de la economía política. Siglo XXI, México D.F.
Rosdolsky, R., (2001): Génesis y estructura de El Capital de Marx. Siglo XXI, Buenos Aires.
Zeleny, J., (1974): La estructura lógica de El Capital. En Teoría y Realidad, Num. 5, Pp 11Ediciones Grijalbo, Barcelona.
“El problema de si el pensamiento al humano se le puede atribuir una verdad objetiva, no es un problema teórico sino un problema práctico. Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica, es un problema puramente escolástico.”
Posteriormente, en el Libro I de El Capital (1867), Marx desarrollará esta tesis acerca de la primacía de la práctica, al analizar el proceso de trabajo (que constituía para Marx la forma principal de práctica) en el capítulo 5.
Nótese que a pesar de las críticas formuladas a la metáfora del edificio, seguimos moviéndonos en el terreno marcado por esta, pues al hablar de autonomía relativa de la superestructura estamos aceptando implícitamente el valor descriptivo de la metáfora. Somos concientes de esta situación pero por el momento, no encontramos mejores conceptos para elaborar la cuestión. Es por ello que corresponde apuntar que se trata de un problema no resuelto.
http://contraelmetodo.blogspot.com/2009/05/los-grundrisse-el-laboratorio-de.html
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