La búsqueda de la paz y la prosperidad debe recibir el beneplácito de las mayorías. El respeto y consideración mutua es lo racional y sensato. Dentro de las normas de convivencia y ajustados a las Leyes vigentes que rigen nuestro comportamiento como personas y como pueblo que desea inmensamente vivir en armonía, ese diálogo es el camino de superación de la penosa crisis que aflige a Venezuela.
El resultado dependerá de la prístina voluntad de las partes, dentro del mayor respeto y ponderación. La retórica deberá moderarse. Los depositarios de la responsabilidad gubernamental tendrán la mayor cuota de responsabilidad. Si se acepta la premisa, un paso importante en la dirección correcta se dará.
Los extremos de ambos bandos han radicalizado sus posiciones. Afirmar que lo que “no pueda resolverse con los votos se resolverá con las armas”, en el mundo democrático moderno es inaceptable. La carta magna, la norma jurídica suprema de 1999 establece los mecanismos para resolver, tal vez, la más profunda crisis republicana. Un diálogo amplio y participativo incluirá al gobierno, la MUD, los trabajadores, los empresarios, los estudiantes, gremios profesionales, en fin, que abarque un gran consenso para que sea realizable.
La agenda definida con antelación girará en el cumplimiento del cronograma electoral pendiente y diferido, reconocimiento de la independencia de los poderes públicos, la libertad de los presos políticos, resolver la gravísima escasez de medicamentos y alimentos y revisar el tema de seguridad que tanto afecta al venezolano. El diálogo como el instrumento de solución, comenzando por la escalada de violencia vivida, la represión desproporcionada, el desconocimiento de la voluntad popular hacia la representación municipal y regional, la inflación, el respeto de la autonomía universitaria consagrada como norma magna, el control y desarme de los grupos que al margen de la ley actúan con impunidad sea de cualquier frente, el derecho del ciudadano al libre desenvolvimiento, en fin, el respeto al contrato social que los venezolanos han suscrito.
Pareciera que la disposición al diálogo se disipa en el tiempo y en el espacio. Damos un paso adelante para luego dos atrás. Inconclusa está la exploración de caminos que conduzcan a la paz y a la convivencia. Se afirma que el proceso de diálogo y de paz en Venezuela ha tenido el camino más anfractuoso de los últimos años.
Cabría preguntarse si el diálogo es una entelequia. Otros países, en condiciones similares han logrado sobreponerse en una dirección que permitió que la soberanía que reposa en el pueblo, tenga la última expresión definitoria. El diálogo es el camino.
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