" La mancha luminosa y alargada de la vía láctea semejaba un emparrado de miríadas de astros azules como el hielo de las cumbres en las serranías. Alguien todopoderoso escribía también a la luz de esas luciérnagas encerradas en el frasco infinito del cosmos". (Contravida). Augusto Roa Bastos nació en Asunción el 13 de junio de 1917, creció en Iturbe y fue ciudadano del mundo, que lo acogió y aplaudió su obra monumental.
Mi padre, un privilegio
"Un pueblo solo es libre por voluntad del espíritu colectivo, y por nadie más que por él mismo puede ser liberado"A.R.B.
Augusto Roa Bastos, un paraguayo, un latinoamericano, un ciudadano universal, no solo porque es un gran narrador, ni porque pudo plasmar en su obra el espíritu de su idiosincrasia, sino porque fue y es la voz de los que no tienen voz, la escritura de los pueblos ágrafos, observador profundo, voz de un colectivo, voz de los pueblos que narran su historia.
Entendió como pocos cuál es el verdadero oficio de la palabra, tomó como misión difundir los conflictos que amedrentan, retrasan, amordazan a los seres humanos. Pero no solo lo puso por escrito, hizo de la escritura la estética de la escritura, la estética del lenguaje, la estética hasta de los temas más deleznables de nuestra raza humana.
Su texto como recordatorio perenne, como llama que alumbra en la noche del oprobio y la ignorancia, como espada que combate la opresión, como ser humano, lleno de amor por los suyos, de fe en los jóvenes, de optimismo por un futuro con justicia social.
Es un escritor por la fuerza de su lucha, pero no es solamente escritor, ese es su vehículo, para expresar todo ese mundo yacente, sufriente, injusto y llevarlo hasta los confines de la tierra, tierra a la que también defiende, porque fue asimismo quien lanzó sus llamados de atención sobre la destrucción que hace el hombre de su hábitat.
Es un escritor que habla de la necesitad de la integración de los pueblos, del respeto por las culturas ancestrales, la necesidad de la educación, como único vinculo con la libertad, como arma para relacionarse de igual a igual.
“La sencillez de los grandes
En 1987 cuando estuve radicado en Colombia, quise poner en escena 'Hijo de Hombre', pero no pude contactar con Roa para pedirle los derechos. Después en 1989 coincidimos en el regreso al Paraguay, y me pide que lea 'Yo el Supremo', y que vea las posibilidades de llevar a escena. En principio me pareció un texto sumamente complejo para teatralizarlo en Paraguay, un país que no está acostumbrado a un tipo de teatro tan hermético, tan político-filosófico", comenta el director de teatro Agustín Núñez, quien a principio de los 90 tuvo a su cargo el estreno mundial de "Yo el supremo", una adaptación que se dio a partir de un trabajo mancomunado entre Roa, Núñez y Gloria Muñoz.
"El trabajo con Roa fue permanente, a través de teléfonos, a través de faxes. En todo momento se mostró muy colaborador, muy accesible, muy compañero, amigo, muy solidario. Nos acompañó en las funciones el tiempo que estuvo en Paraguay, no solamente como espectador, sino dando explicaciones y asesorando detrás del telón. Roa Bastos tenía a la humildad, la sencillez de los grandes".
"La dramaturgia de Roa es bastante difícil de llevar a escena. Tiene textos excesivamente largo, monólogos demasiado complejos. De pronto está muy cargado de muchas significado para un espectador común y corriente, para la realidad paraguaya.
“Toda su literatura es política”
En la década en la que aparece el Roa narrador, la de los 50, su voz se une a la de otros escritores que testimonian sin concesiones la dura realidad de sus respectivos pueblos desde la literatura, tal como Juan Rulfo, en México, o José María Arguedas en Perú. Con algunos matices más o menos, la situación de opresión en Latinoamérica era igual en todos los países. Roa suma su visión, que al mismo tiempo conlleva reflexión y denuncia, a la de otros escritores de su tiempo, con lo que se potencia el testimonio contra todo lo que ocurría", explica el escritor Bernardo Neri Fariña el contexto y el aporte de la obra de Roa a la literatura latinoamericana.
"Toda su literatura es intensamente política. Él retoma la visión y la acción que habían caracterizado a Rafael Barrett, para hacernos ver lo que los paraguayos nos negábamos a ver: la opresión, la marginalidad, la inequidad, lo oprobioso del manejo del poder", comenta.
"Cada obra de Roa refleja un momento histórico del propio autor, por lo que cada una tiene una significación especial para él y para quienes lo leen a él. 'El trueno entre las hojas' e 'Hijo de hombre' lo instituyen como escritor; 'Yo el Supremo' lo vuelve universal, y sus demás novelas ya son parte de su navegación literaria más serena. Pero no hay que dejar de lado sus cuentos", agrega.
“Era Un Seductor Nato”
Qué puedo decir de Roa Bastos que no haya dicho ya? Repetí muchísimas veces que era un seductor nato, creo que es una característica común a los paraguayos de su generación. En cuanto conocía a una mujer joven, bonita, que lo miraba con esa admiración que despertaba en todos, él asumía un tono de voz íntimo, hablaba en voz más baja y miraba con humildad como pidiendo la aprobación a esa fémina que daba alegría a su espíritu. Pienso que esa seducción, esas técnicas de conquista eran muy naturales en él, era un escritor, un escritor con mayúscula.
Hasta su gran amigo Ricardo Piglia contó que Roa conquistaba a todas las mujeres que conocía. No podía ser menos, había vivido muchas vidas, sabía identificarse con los intereses de las damas que se acercaban a él.
En su exilio argentino estudió oratoria y me dijo, en una entrevista, que había ido a clases donde se enseñaba a pronunciar dicterios e improperios. Rubén Bareiro Saguier cuenta en uno de sus libros, que había trabajado de corrector en el diario Crítica, si mal no recuerdo. Vendía joyas y debía ser un mago, un hipnotizador para convencer a derrotadas amas de casa que con un prendedor volverían a levantar la pasión en sus matrimonios. Solo un seductor que se precie de serlo podría conseguir tan buenos resultados
Augusto Roa Bastos
· 13 de junio
Así era Augusto Roa Bastos
Mirta Roa recuerda a su padre en el centenario del nacimiento del escritor paraguayo y revive el papel del exilio en su literatura
Augusto Roa Bastos, premio Cervantes en 1990, hubiera cumplido 100 años en 2017. Paraguay celebra la efeméride con una multitud de actos que tratan de saldar la deuda que el país tenía con su escritor más célebre, al que la dictadura condenó a más de 40 años de exilio.
Su hija Mirta Roa, el escritor Antonio Carmona, presidente de la Fundación Rosa Bastos, y Adrián Cattivelli, de la Secretaría de Cultura del Gobierno paraguayo recuerdan al escritor, recomiendan el mejor libro para empezar a leer su obra, analizan el papel que jugó el destierro en su literatura y comparan su figura con la de Juan Rulfo, otro grande de la la literatura latinoamericana cuyo centenario se celebra este año.
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