miércoles, 26 de octubre de 2016

Maduro no fue al Vaticano a pedir perdón

Con Venezuela en caos, el chavismo va de apuro a ver al Papa y reza porque suba el petróleo


 El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, es recibido por el presbíterio italiano Guido Marini, maestro de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice (EFE)

Ricardo Roa


Maduro entró al Vaticano como quien dice pasaba por aquí, vi luz y entré. Ninguna casualidad. El sucesor de Chávez venía de Irán y de Arabia Saudita cabildeando con otros grandes productores de petróleo sobre cómo bajar la producción para subir el precio.


La Venezuela bolivariana está al borde del abismo y Maduro busca en Medio Oriente el apoyo que no puede esperar en ningún otro lado: en Europa está perdido y en Washington ni le atienden el teléfono. Ganar tiempo es todo a lo que aspira.

Ganar tiempo a la espera de que el petróleo suba y ganar tiempo a la espera de que prescriban los plazos del referéndum revocatorio convocado por la Asamblea Nacional que domina la oposición. El Consejo Electoral, una sucursal del chavismo, ha frenado el llamado.

Si la consulta se hiciera antes de enero y el régimen la perdiese deberían celebrarse elecciones presidenciales. Pero si se hicieran después Maduro podría nombrar a un vicepresidente sucesor para completar el mandato hasta 2019. Maduro tiene un 78% de imagen negativa. Dice que habla con pajaritos pero no cree en milagros.

El como vi luz, entrétiene mucho de urgencia y poco y nada de último momento por más que la visita al Papa haya sido presentada como privada y no de Estado. Se nota a la legua que viene de antes.

La inteligencia no es lo que lo vuelve diferente pero Maduro apeló inteligentemente a la carta vaticana de apuro. Volteando el revocatorio desafió a la cada vez más desafiante oposición. Completó el trabajo de Chávez de borrar la democracia en Venezuela. Maduro es Bordaberry con socialismo del siglo 21.

Como no puede ofrecer garantías, las toma prestadas afuera. Francisco no puede decir que no instó al diálogo. Pero la víctima no es Maduro: la víctima es el pueblo venezolano.

Lo que no debería hacer el Papa es equiparar. Afectaría a las víctimas y ayudaría al victimario. El hecho mismo de recibir a Maduro favorece al dictador que está armando un modelo post democrático.

Maduro es un beneficiado indirecto de la nueva relación entre Estados Unidos y Cuba, una vuelta de hoja histórica de la que Francisco fue intermediario eficaz. También lo es del postergado acuerdo de paz entre Colombia y la guerrilla de las FARC.

Cuba, una de las últimas viudas de la Guerra Fría, tiene un estado gigantesco que paraliza cualquier transformación económica y que depende del petróleo bolivariano. El fracaso revolucionario los une con Venezuela. Y los une la búsqueda internacional de que ese fracaso no se convierta en un caso inmanejable.

Bloqueado como una caja de seguridad, el autoritarismo anacrónico del chavismo llevó al caos económico, la persecución y cárcel de opositores y una crisis humanitaria que nada puede ya ocultar. Human Rights Watch informó que el 76% de los hospitales no tiene remedios, no están en las farmacias y comprarlos en el mercado negro es para millonarios.

El silencio de la región ante esas cifras inhumanas clama al cielo. Todavía hay personajes vergonzantes y temerosos de una izquierda falsamente progresista que machaca sobre el miedo que tienen de ser tildados de reaccionarios. Un mote patentado por la gerencia de marketing de La Habana. Otro anacronismo que, se ve, sigue funcionando.


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