Algunos se sorprenden
porque afirmemos que las fracasadas medidas económicas adoptadas por la
dictadura, se han constituido para ella en un cierto logro político (Ver https://ismaelperezvigil.wordpress.com/2018/09/28/fracaso-economico-triunfo-politico/), avalado además por encuestas. Y es
que los logros políticos dependen en buena medida de la comunicación y
actualmente pareciera que en materia política hay un solo interlocutor, o el
otro –la oposición– esta ciertamente muy débil y desperdigado.
Hay términos que se
adoptan en las ciencias sociales para evaluar y analizar una determinada
realidad, en algunas ocasiones por “moda”, pero una buena parte de las veces es
porque son realmente los que mejor describen esa situación; tal es el caso
cuando se dice, que a la oposición no le faltan propuestas de soluciones y
alternativas a la situación del país, sino que lo que le falta es un
“discurso”, una “narrativa” para hacerlas llegar al pueblo; o que la dictadura
populista tiene una “narrativa” mucho más convincente, con mucha más llegada al
pueblo. Ambas afirmaciones son ciertas.
El discurso demagógico y populista de
la dictadura alguien lo comparo hace años con una especie de virus, que tiene
siglos propagándose y que muta y se adapta con el paso del tiempo y por eso es
tan difícil de erradicar, de derrotar. Por supuesto, eso no quiere decir que
quienes propagan ese discurso hayan estado siempre en el poder o sean los
mismos, pero el discurso demagógico sí, siempre ha sido similar, ha ido
mutando, adaptándose.
Por ejemplo, nadie puede negar el poder
del siguiente discurso:
“Este es un país muy
rico y tú tienes derecho a esa riqueza, pero hay una elite –disfrazada de
demócratas– que te la ha estado quitando; ahora nosotros, yo, que encarnó los
ideales de nuestros padres Libertadores, vengo a hacer justicia para devolverte
la riqueza que es tuya y por eso te aumento el sueldo de 3 millones a 180
millones y meto presos a los empresarios, esos especuladores, que te ocultan la
comida y suben los precios”
Díganme, con sinceridad, ¿Este discurso
no es más poderoso que esa “narrativa” que anda por allí en boca de la mayoría
de la oposición, que predica un futuro de esfuerzo, de trabajo, de sacrificio
para generar riqueza? Que insiste en que los precios deben reflejar su costo y
que los aumentos de sueldo inconsulto van a quebrar las empresas y producir
desempleo, aunque sea cierto. Comprar la idea de que algo, que era mío, me lo
quitaron y ahora sin hacer esfuerzo, me lo van a devolver, sin duda es más
fácil que comprar una que insista en que debo sacrificarme más y trabajar más
duro de lo que ahora lo hago, para salir de abajo e inevitablemente pagar más
caro por las cosas que necesito o desaparecerán los empleos.
No es necesario ocultar la verdad, pero
sin duda una nueva “narrativa” si es necesaria. Y en realidad, yo creo que en
la oposición hacen falta dos “narrativas”.
Una “narrativa” política, que es la que
hay que dirigir al país, al pueblo, explicando que es lo que queremos para el
país, en contraposición a lo que tenemos ahora y que solo es más o peor de lo
mismo; una “narrativa” que nos pinte el atractivo dibujo de un país en el que
vamos a tener derecho al resultado de nuestro trabajo y a disponer de él como
se nos antoje, sin que nadie nos lo pueda quitar; que nos describa un país en
el que sí trabajo más horas que otro o estudio más que otro, voy a tener una
mejor remuneración, más alta; un país en el que puedo mantener a mi familia y
educar a mis hijos como yo decida y con el resultado de mi trabajo; un país en
el que se premiará el talento y el trabajo y no la fidelidad al líder o al
partido; un país en que el estado –sin que sea una dádiva que nos da o un favor
que nos hace– se preocupe de que se cumplan las leyes para que todos tengamos
las mismas oportunidades, incluso aquellos que por haber nacido en una familia
más pobre no tuvieron las mismas posibilidades de estudiar o capacitarse o
porque alguna enfermedad o accidente les impidió progresar. Es la “narrativa”
que se enfoca en ofrecer igualdad de oportunidades y no igualdad en los
resultados, quitando a otros lo que producen y repartiéndolo, después de
quedarse con una tajada.
Un “discurso” –en síntesis– que nos
explique, que nos “narre” nuestro país, como un país democrático, liberal,
capitalista, como lo queramos llamar –o como lo logremos llamar– en
contraposición a este “socialismo”, “populista”, ramplón y demagógico que –a
pesar de haber contado con la mayor cantidad de dinero que gobierno alguno haya
tenido desde que llegó Cristóbal Colón– ha fracasado en resolver los grandes
problemas del país y los ha agravado. Esa es la “narrativa”, que le corresponde
a los partidos políticos, a los líderes políticos, aunque no sean de partidos,
a los dirigentes de la sociedad civil que, de manera libre, han formado sus
organizaciones para ocuparse de los problemas que agobian a los venezolanos.
La segunda “narrativa” que creo que
hace falta, en la que algunos tienen más facilidades, es la de explicar en
lenguaje sencillo y con argumentos convincentes porque este modelo económico
demagógico-populista-socialista ha fracasado en resolver los problemas del
país; explicar como la actual dictadura, y la anterior, la de Hugo Chávez
Frías, que era tan totalitaria como ésta, que es su heredera, está arruinando
al país. Esta es la narrativa que debe explicar, por ejemplo, cómo, desde que
se anunciaron las recientes medidas económicas del “paquetazo maduro” todo se
ha incrementado, que estamos peor que hace dos meses y que estaremos peor mes a
mes, que el “salario mínimo”, incrementado exorbitantemente, ya vale solo la
mitad y solo sirvió para generar desempleo y cierre de fuentes de trabajo. Es
la “narrativa” del develamiento, de la explicación, del ayudar a descubrir y
entender, la de ayudar a poner al “rey” al desnudo.
Pero en todo caso, lo que sí es seguro,
es que estas dos narrativas implican dejar de lado esa “tercera narrativa” que
anda por allí en boca de la mayoría de la oposición, la “narrativa” de la
queja, la de “lo mal que estamos”, lo maltratados que nos sentimos, la
“narrativa” que se queda en la mera denuncia y la lamentación, la “narrativa”
de la creación de expectativas sin fundamento, sin asidero en la realidad,
la que basa su esperanza en que alguien, no sabemos bien quién y cómo, venga a
resolver los problemas por nosotros.
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