Trump se va a dedicar a intervenciones llamativas pero triviales que ocultan sus verdaderos programas
El jueves, haciendo cálculos aproximados, 75.000 estadounidenses
perdieron su empleo. Algunos de esos trabajadores encontrarán nuevas
ocupaciones, pero muchos acabarán ganando menos, y otros seguirán en paro
durante meses, o años.
Si les suena horrible, y se están preguntando qué catástrofe económica
acaba de suceder, la respuesta es, ninguna. De hecho, estoy suponiendo sin más
que el jueves fue un día normal para el mercado de trabajo.
Al fin y al cabo, la economía estadounidense es enorme y da empleo a 145
millones de personas. Además no para de cambiar: industrias y empresas
ascienden y caen, y siempre hay perdedores y ganadores. El resultado es una
"rotación" constante, con muchos empleos que desaparecen y muchos más
que se crean nuevos. De media, al mes, hay 1,5 millones de bajas laborales
"involuntarias" (lo opuesto a las renuncias voluntarias), o 75.000
por día laborable. De ahí mi cifra.
¿Por qué les cuento esto? Para resaltar la diferencia entre la política
económica real y la falsa política que últimamente está recibiendo un exceso de
atención en los medios informativos.
La política real, en un país tan grande y rico como Estados Unidos,
implica grandes cantidades de dinero y afecta a grandes porciones de la
economía. Derogar la Ley de Atención Sanitaria Asequible, una medida que arrebataría cientos de miles de millones en
prestaciones de seguro de salud a familias de renta media y baja, y causaría la
pérdida de cobertura médica para unos 30 millones de personas, entraría
ciertamente en esta categoría.
Piensen, en cambio, en la noticia que dominó varios ciclos informativos
hace unas semanas: la intervención de Donald Trump para impedir que Carrier [una empresa de aire
acondicionado] trasladase puestos de trabajo a México. Algunos informes afirman
que se han salvado 800 puestos de trabajo; otros señalan que la empresa
sencillamente sustituirá a los trabajadores por máquinas. Pero aun aceptando la
interpretación más positiva, por cada trabajador cuyo puesto se salvó en esa
operación, aproximadamente otros cien perdieron su empleo el mismo día.
En otras palabras, tal vez pareciese que Trump estaba haciendo algo
esencial al intervenir en Carrier, pero no es así. Era falsa política: un
espectáculo pensado para impresionar a los ignorantes, no para conseguir
verdaderos resultados.
Lo mismo puede decirse de la tan cacareada decisión de Ford de crear 700 puestos de trabajo en Michigan, o
ya puestos, la poco documentada denuncia de Trump contra General Motors por
fabricar el modelo Cruze de Chevrolet en México (esa fábrica surte
principalmente a mercados extranjeros, no a Estados Unidos).
¿Ha tenido el Gobierno entrante algo que ver con la decisión de Ford?
¿Puede la presión política cambiar la estrategia de General Motors? Apenas
tiene importancia: la intervención caso a caso desde arriba nunca va a tener un
impacto significativo en una economía de 19 billones de dólares. ¿Por qué
entonces estas noticias centran tanto la atención de los medios?
El incentivo del Gobierno entrante para hacer falsa política es
evidente: es el homólogo natural del falso populismo. Trump obtuvo un abrumador
respaldo de votantes blancos de clase trabajadora, que lo creían de su lado.
Pero su verdadera agenda política, aparte de la inminente guerra comercial, es
típico republicanismo moderno: enormes reducciones de impuestos para los
multimillonarios y salvajes recortes de programas públicos, incluidos los que
son esenciales para muchos de los votantes de Trump.
¿Qué puede hacer Trump para continuar con el engaño? La respuesta es:
intervenciones llamativas pero triviales que puedan manipularse y presentarse como
salvamento de unos cuantos puestos de trabajo aquí y allá. Esencialmente, esto
solo equivaldrá a un error de redondeo en un país gigantesco. Pero tal vez
funcione como estrategia de relaciones públicas, al menos durante un tiempo.
Tengan en cuenta que las grandes multinacionales tienen todos los
incentivos para seguir la corriente. Supongan que son consejeros delegados y
quieren ganarse el favor del nuevo Gobierno. Una de las cosas que pueden hacer,
por supuesto, es darle negocio a los hoteles y otras empresas del presidente.
Pero también pueden ayudar a generar titulares favorables a Trump.
Mantener unos cuantos empleos en Estados Unidos durante un par de años
es una forma bastante barata de contribuir a la campaña; pretender que el
Gobierno les ha convencido para que creen unos cuantos puestos de trabajo que
de todos modos habrían creado es más barato aún.
Aun así, nada de esto funcionaría sin la complicidad de los medios de
comunicación. Y no hablo de "noticias falsas", que se están
convirtiendo de por sí en un gran problema; hablo de la información de medios
informativos respetables y convencionales.
Lo siento, amigos, pero los titulares que repiten las afirmaciones de
Trump sobre los puestos de trabajo que ha salvado sin transmitir la falsedad
básica de esas afirmaciones son una traición al periodismo.
Esto es cierto
aunque, como a menudo ocurre, al final los artículos, en los últimos párrafos,
acaben desenmascarando el bombo publicitario: muchos, sino la mayoría de los
lectores, tomarán el titular como una corroboración de la afirmación.
Y es todavía peor si los titulares inspirados por la falsa política
desplazan la información sobre la política real.
Supongo que es posible que la falsa política acabe produciendo una
reacción de los medios, que las organizaciones periodísticas acaben tratando
ardides como el episodio de Carrier con el ridículo que merecen. Pero nada de
lo que hemos visto hasta el momento anima al optimismo.
7 ENE 2017 - 00:00 CET EL PAIS
Paul
Krugman es
premio Nobel de Economía.
© The New York Times Company, 2017.
Traducción de News Clips.
© The New York Times Company, 2017.
Traducción de News Clips.
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