El triunfo electoral de Trump moviliza a los
socialistas de los Estados Unidos. Nunca en toda su historia tuvieron tanta
popularidad.
Desde el triunfo
electoral de Trump, todos los días hay en algún lugar de los Estados Unidos
actos contra Trump.
La resistencia se corporiza en grupos
de izquierda como Socialist Alternative o International
Marxist Tendency. La agrupación Democratic
Socialists of America (DSA) atrae especialmente a los jóvenes
estadounidenses. En Pittsburgh, una vieja ciudad siderúrgica que se ha
transformado exitosamente en un polo de ciencia y medicina, reina un gran
descontento por el triunfo electoral de Trump.
A comienzos de
febrero de 2017 acudieron a un encuentro de la DSA de Pittsburgh casi 120 personas.
«¡Queridos amigos! Nos hemos reunido porque ya estamos hartos de capitalismo y
de Trump. Trump ha ganado. Es una mala señal. Tenemos que organizarnos
políticamente de una vez», dijo Adam Stokes al abrir la reunión.
«¿Cuántos de
ustedes están aquí por primera vez?», pregunta Stokes. Se alza aproximadamente
más del 80 por ciento de las manos. No es ninguna sorpresa: en Pittsburgh el
equipo de la DSA está recién desde noviembre de 2016. Stokes, experimentado
activista político de poco menos de 30 años de edad, comenzó a formar la
organización con diez personas. Ahora, la otrora ciudad siderúrgica de
Pittsburgh tiene más de 50 afiliados, y se suman otros 20 después de la
reunión. «Quiero vivir en un país justo. Nosotros, la gente común, debemos
organizarnos de una vez. Por eso lo hago», dice Stokes al declarar su
compromiso con la DSA.
«Los grupos de
izquierda están sacando provecho del creciente atractivo de las ideas de
izquierda», dice Spencer Brown, responsable del departamento juvenil Young
Democratic Socialists (Juventud Socialista Democrática).
Esto queda claro cuando se ve la cantidad de grupos locales que se han creado:
se han sumado más de 50 desde fines de año en ciudades y universidades de todo
el país. «Actuamos independientemente. Cada grupo local tiene un programa
propio, prioridades y formatos propios», explica Brown. En numerosas ciudades
estadounidenses hubo reuniones durante la primera mitad de febrero. Al igual
que en Pittsburgh, también allí acudieron muchas personas. En Los Ángeles, por
ejemplo, se congregaron un sábado a la tarde más de 100 afiliados a DSA, en
Brooklyn (Nueva York) fueron casi 450.
En Pittsburgh, el
encuentro de la joven agrupación fue organizado de una manera
extraordinariamente profesional y disciplinada. Los afiliados a la DSA hablaron
de sus actividades, informaron sobre acciones locales y los próximos pasos a
seguir. A continuación, los participantes debatieron en diferentes grupos sobre
temas tales como sindicatos, desarrollo urbano y elecciones. Habrá una
organización propia, con una estructura clara. «Hemos aprendido del movimiento
Occupy Wall Street. Muchos de sus ex miembros y simpatizantes están ahora con
nosotros», dice Stokes. El movimiento Occupy ha seguido un enfoque de
democracia de bases y fracasó por no tener una estructura jerárquica, dice Justin Wedes, ex activista de
Occupy. La DSA no quiere repetir este error.
Brown, presidente
de la juventud de la DSA, planifica la conferencia «La revolución en la
encrucijada» en Nueva York, destinada especialmente a los jóvenes nuevos
jóvenes afiliados. «Pero no estamos planeando una revolución. Queremos que los
trabajadores tengan mayor participación y ayudar a transformar el capitalismo»,
dice Brown. En un panfleto de la DSA, la afiliada honoraria Barbara Ehrenreich,
conocida escritora en los Estados Unidos, declara que no es un partido político
sino una organización política, una plataforma.
La DSA desea ayudar a unificar
en una gran coalición los distintos movimientos comprometidos con un solo tema
(«one topic movements») para, así, luchar de manera más efectiva contra
empresas y bancos internacionales desenfrenados. La DSA oscila entre un
socialismo moderado y una socialdemocracia progresista. Pero, ¿cómo pretende
influir en la política si no es un partido político? Adam Stokes explica: «La
DSA sigue una estrategia 'de adentro hacia afuera': cooperamos con los
demócratas, si esto nos fuera estratégicamente provechoso. Esto vale también
para los candidatos.»
Los socialistas
democráticos están ya desde la década de 1980, pero nunca habían tenido tanta
popularidad. «El capitalismo no está cumpliendo con su promesa. Cada vez más
estadounidenses sufren un neoliberalismo desenfrenado», dice Brown. Según un
estudio de Harvard, el 51 por ciento de los millennials rechaza
el capitalismo. De todos modos, el 33 por ciento está conforme con él.
Pareciera como si los nietos de Sanders quisieran ahora hacer realidad su sueño
del «socialismo democrático» estadounidense. Sanders, el héroe de numerosos
progresistas estadounidenses, hubiera vencido, según un estudio de noviembre de
2016, al actual presidente 56 a 44 por ciento. Pero el popular socialista
Sanders no es un afiliado de la DSA.«Mi campaña es una revolución política:
millones de personas se levantan y dicen que ya es suficiente», dijo Sanders.
¿Es él el motivo del fortalecimiento de la DSA y otros movimientos de
izquierda?
«Bernie Sanders ha
desestigmatizado la palabra 'socialismo'. Su candidatura presidencial hizo
conocida la idea de un socialismo democrático como hasta ahora no ha habido en
la sociedad estadounidense», según Stokes. Durante su campaña «Feel the Bern»
(«Siente a Bern») se sumaron a la DSA 2.000 nuevos afiliados, con lo que
llegaron a 8.000.
Desde Trump han
llegado más: se agregaron 8.000 nuevos afiliados, de modo que la cifra actual
es de unos 16.000. En Facebook, la página recibió un «Me gusta» de poco menos
de 100.000 personas. «La elección de Hillary Clinton había despolitizado a
muchos que quedaron desilusionados con el sistema político. El triunfo
electoral de Trump los hizo despertar», dice Brown al analizar la situación.
Bajo el gobierno de Obama no hubo movilización política, algo que pedía Bernie
Sanders, y en lo que parece haber tenido éxito. Maria Svart, secretaria de la
DSA, ve ahí una revolución política. En una columna de su autoría pide que no
solamente se proteja a los más débiles y que se siga protestando en las calles
sino que, sobre todo, la gente se una en fuertes movimientos democráticos.
El fastidio que
sienten los votantes conservadores y progresistas por la política podría
desembocar en un movimiento político partidario que duraría más que un ciclo
electoral de cuatro años, pronosticó Earl H. Fry, docente de Política en la
Brigham Young University. La DSA sigue trabajando en una estrategia para poder
llegar a los votantes que protestan y, sobre todo, a los que no van a votar. Es
que solo optó por Trump menos del 24 por ciento de los ciudadanos habilitados
para votar. «Tenemos que llegar a aquellos que no se sienten representados por
ningún partido para luchar por reformas todos juntos en la DSA», dice Stokes,
que planifica el próximo encuentro, más grande, para marzo de 2017 y espera que
haya más de 200 interesados.
Quizás la juventud
pueda volver a hacer de los «Estados Separados de América» uno solo. Quizás lo
logre una juventud socialdemócrata. El anhelo, hoy casi olvidado, del
presidente John F. Kennedy suena desde lejos: «No se pregunten qué puede hacer
su país por ustedes, pregúntense qué podrían hacer ustedes por su país». Esto
fue lo que pidió en su discurso de asunción en 1961 a sus votantes. Por el
contrario, Trump se presenta como el sanador que puede resolver todos los
problemas con un estilo machista-autoritario. «El verdadero cambio no se da
nunca de arriba hacia abajo sino siempre de abajo hacia arriba», dice Bernie
Sanders.
Quizás sea mérito
suyo que los jóvenes de izquierda se estén haciendo de valor para volver a
organizarse. Trump, con sus discursos de odio y su crudo nacionalismo, fue la
gota que colmó el vaso. Julian E. Zelizer, especialista en historia
política de la Universidad de Princeton tiene razón: si la protesta continúa
con esta estridencia en las calles, no hay posibilidad de cambio político
alguno. Los republicanos y los votantes de Trump posiblemente se abroquelen en
defensa de Trump. Pero este análisis omite la posibilidad de que también la
izquierda progresista que haga caer a Trump pueda reagruparse. Puede ser un
ejemplo también para nosotros en Europa: la juventud movilizada no por un
partido político sino por una amplia plataforma que una numerosos intereses y
corrientes. La gran popularidad de la DSA es un claro indicador de ello.
Nueva Sociedad, Marzo 2017
Traducción:
Carlos Díaz Rocca
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