martes, 11 de abril de 2017

Rock'n Roll. El acelerado crecimiento del movimiento socialista en Estados Unidos - Christian Hörbelt


El triunfo electoral de Trump moviliza a los socialistas de los Estados Unidos. Nunca en toda su historia tuvieron tanta popularidad.

Desde el triunfo electoral de Trump, todos los días hay en algún lugar de los Estados Unidos actos contra Trump.

 La resistencia se corporiza en grupos de izquierda como Socialist Alternative o International Marxist Tendency. La agrupación Democratic Socialists of America (DSA) atrae especialmente a los jóvenes estadounidenses. En Pittsburgh, una vieja ciudad siderúrgica que se ha transformado exitosamente en un polo de ciencia y medicina, reina un gran descontento por el triunfo electoral de Trump.

A comienzos de febrero de 2017 acudieron a un encuentro de la DSA de Pittsburgh casi 120 personas. «¡Queridos amigos! Nos hemos reunido porque ya estamos hartos de capitalismo y de Trump. Trump ha ganado. Es una mala señal. Tenemos que organizarnos políticamente de una vez», dijo Adam Stokes al abrir la reunión. 

«¿Cuántos de ustedes están aquí por primera vez?», pregunta Stokes. Se alza aproximadamente más del 80 por ciento de las manos. No es ninguna sorpresa: en Pittsburgh el equipo de la DSA está recién desde noviembre de 2016. Stokes, experimentado activista político de poco menos de 30 años de edad, comenzó a formar la organización con diez personas. Ahora, la otrora ciudad siderúrgica de Pittsburgh tiene más de 50 afiliados, y se suman otros 20 después de la reunión. «Quiero vivir en un país justo. Nosotros, la gente común, debemos organizarnos de una vez. Por eso lo hago», dice Stokes al declarar su compromiso con la DSA.

«Los grupos de izquierda están sacando provecho del creciente atractivo de las ideas de izquierda», dice Spencer Brown, responsable del departamento juvenil Young Democratic Socialists (Juventud Socialista Democrática). Esto queda claro cuando se ve la cantidad de grupos locales que se han creado: se han sumado más de 50 desde fines de año en ciudades y universidades de todo el país. «Actuamos independientemente. Cada grupo local tiene un programa propio, prioridades y formatos propios», explica Brown. En numerosas ciudades estadounidenses hubo reuniones durante la primera mitad de febrero. Al igual que en Pittsburgh, también allí acudieron muchas personas. En Los Ángeles, por ejemplo, se congregaron un sábado a la tarde más de 100 afiliados a DSA, en Brooklyn (Nueva York) fueron casi 450.

En Pittsburgh, el encuentro de la joven agrupación fue organizado de una manera extraordinariamente profesional y disciplinada. Los afiliados a la DSA hablaron de sus actividades, informaron sobre acciones locales y los próximos pasos a seguir. A continuación, los participantes debatieron en diferentes grupos sobre temas tales como sindicatos, desarrollo urbano y elecciones. Habrá una organización propia, con una estructura clara. «Hemos aprendido del movimiento Occupy Wall Street. Muchos de sus ex miembros y simpatizantes están ahora con nosotros», dice Stokes. El movimiento Occupy ha seguido un enfoque de democracia de bases y fracasó por no tener una estructura jerárquica, dice Justin Wedes, ex activista de Occupy. La DSA no quiere repetir este error.

Brown, presidente de la juventud de la DSA, planifica la conferencia «La revolución en la encrucijada» en Nueva York, destinada especialmente a los jóvenes nuevos jóvenes afiliados. «Pero no estamos planeando una revolución. Queremos que los trabajadores tengan mayor participación y ayudar a transformar el capitalismo», dice Brown. En un panfleto de la DSA, la afiliada honoraria Barbara Ehrenreich, conocida escritora en los Estados Unidos, declara que no es un partido político sino una organización política, una plataforma. 

La DSA desea ayudar a unificar en una gran coalición los distintos movimientos comprometidos con un solo tema («one topic movements») para, así, luchar de manera más efectiva contra empresas y bancos internacionales desenfrenados. La DSA oscila entre un socialismo moderado y una socialdemocracia progresista. Pero, ¿cómo pretende influir en la política si no es un partido político? Adam Stokes explica: «La DSA sigue una estrategia 'de adentro hacia afuera': cooperamos con los demócratas, si esto nos fuera estratégicamente provechoso. Esto vale también para los candidatos.»

Los socialistas democráticos están ya desde la década de 1980, pero nunca habían tenido tanta popularidad. «El capitalismo no está cumpliendo con su promesa. Cada vez más estadounidenses sufren un neoliberalismo desenfrenado», dice Brown. Según un estudio de Harvard, el 51 por ciento de los millennials rechaza el capitalismo. De todos modos, el 33 por ciento está conforme con él. Pareciera como si los nietos de Sanders quisieran ahora hacer realidad su sueño del «socialismo democrático» estadounidense. Sanders, el héroe de numerosos progresistas estadounidenses, hubiera vencido, según un estudio de noviembre de 2016, al actual presidente 56 a 44 por ciento. Pero el popular socialista Sanders no es un afiliado de la DSA.«Mi campaña es una revolución política: millones de personas se levantan y dicen que ya es suficiente», dijo Sanders. ¿Es él el motivo del fortalecimiento de la DSA y otros movimientos de izquierda?

«Bernie Sanders ha desestigmatizado la palabra 'socialismo'. Su candidatura presidencial hizo conocida la idea de un socialismo democrático como hasta ahora no ha habido en la sociedad estadounidense», según Stokes. Durante su campaña «Feel the Bern» («Siente a Bern») se sumaron a la DSA 2.000 nuevos afiliados, con lo que llegaron a 8.000.

Desde Trump han llegado más: se agregaron 8.000 nuevos afiliados, de modo que la cifra actual es de unos 16.000. En Facebook, la página recibió un «Me gusta» de poco menos de 100.000 personas. «La elección de Hillary Clinton había despolitizado a muchos que quedaron desilusionados con el sistema político. El triunfo electoral de Trump los hizo despertar», dice Brown al analizar la situación. Bajo el gobierno de Obama no hubo movilización política, algo que pedía Bernie Sanders, y en lo que parece haber tenido éxito. Maria Svart, secretaria de la DSA, ve ahí una revolución política. En una columna de su autoría pide que no solamente se proteja a los más débiles y que se siga protestando en las calles sino que, sobre todo, la gente se una en fuertes movimientos democráticos.

El fastidio que sienten los votantes conservadores y progresistas por la política podría desembocar en un movimiento político partidario que duraría más que un ciclo electoral de cuatro años, pronosticó Earl H. Fry, docente de Política en la Brigham Young University. La DSA sigue trabajando en una estrategia para poder llegar a los votantes que protestan y, sobre todo, a los que no van a votar. Es que solo optó por Trump menos del 24 por ciento de los ciudadanos habilitados para votar. «Tenemos que llegar a aquellos que no se sienten representados por ningún partido para luchar por reformas todos juntos en la DSA», dice Stokes, que planifica el próximo encuentro, más grande, para marzo de 2017 y espera que haya más de 200 interesados.

Quizás la juventud pueda volver a hacer de los «Estados Separados de América» uno solo. Quizás lo logre una juventud socialdemócrata. El anhelo, hoy casi olvidado, del presidente John F. Kennedy suena desde lejos: «No se pregunten qué puede hacer su país por ustedes, pregúntense qué podrían hacer ustedes por su país». Esto fue lo que pidió en su discurso de asunción en 1961 a sus votantes. Por el contrario, Trump se presenta como el sanador que puede resolver todos los problemas con un estilo machista-autoritario. «El verdadero cambio no se da nunca de arriba hacia abajo sino siempre de abajo hacia arriba», dice Bernie Sanders.

Quizás sea mérito suyo que los jóvenes de izquierda se estén haciendo de valor para volver a organizarse. Trump, con sus discursos de odio y su crudo nacionalismo, fue la gota que colmó el vaso. Julian E. Zelizer, especialista en historia política de la Universidad de Princeton tiene razón: si la protesta continúa con esta estridencia en las calles, no hay posibilidad de cambio político alguno. Los republicanos y los votantes de Trump posiblemente se abroquelen en defensa de Trump. Pero este análisis omite la posibilidad de que también la izquierda progresista que haga caer a Trump pueda reagruparse. Puede ser un ejemplo también para nosotros en Europa: la juventud movilizada no por un partido político sino por una amplia plataforma que una numerosos intereses y corrientes. La gran popularidad de la DSA es un claro indicador de ello.

Nueva Sociedad, Marzo 2017
Traducción: Carlos Díaz Rocca

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