La socialdemocracia precisa desarrollar una nueva
narrativa acorde a una era de incertidumbre. El reconocido periodista e
investigador Henning Meyer afirma que es posible.
Usted
ha afirmado que la izquierda socialdemócrata precisa desarrollar una nueva
visión y una nueva narrativa. Además, recientemente ha sostenido que Donald
Trump manifiesta, desde la derecha más reaccionaria, un discurso de
autenticidad y de relacionamiento con grupos ciudadanos que debe ser evaluado
cuidadosamente. ¿Que tipo de narrativa puede y debe construir la izquierda
socialdemócrata en un contexto en el que los discursos y las estrategias «anti-elitistas»
han ganado terreno?
Por mucho tiempo he
sostenido que la idea de «buena sociedad» podría ser la nueva narrativa de la
socialdemocracia. Los socialdemócratas necesitan representar la esperanza de un
futuro mejor y no solo presentarse como los gerenciadores de la política del
día a día. Se trata de algo así como una habilidad técnica, pero debe ser claro por
qué los socialdemócratas quieren estar en el gobierno.
Si la gente
cree que el objetivo último es simplemente estar en el
gobierno, termina perdiendo la confianza en que los socialdemócratas sean las
personas correctas para llevar adelante a la sociedad en beneficio de todos.
Entonces, cuando se vuelven evidentes problemas mayores, como la desigualdad,
la gente busca alternativas políticas, incluso algunas que no son realistas. Si
uno está desilusionado con la política actual y alguien trata de venderle
«soluciones» simples, pero en última instancia inviables, se puede sentir
tentado. El problema es: ¿qué ocurre cuando se vuelve evidente que no existen
las soluciones simples?
El
triunfo de Trump, del Brexit y el ascenso de la derecha europea parecen
expresar el desencanto, no solo con la globalización, sino también con las
estructuras democráticas. Esas estructuras, que son defendidas por la izquierda
socialdemócrata, deben estar presentes en cualquier discurso político. ¿Puede
ser creíble un discurso que no abjure de ellas y que, a la vez, pretenda
disputar desde las mismas el poder político a la extrema derecha? ¿No son esas
estructuras las que, en ocasiones, colocan a la izquierda como parte del «sistema»?
Ese es exactamente
el problema. Si la gente tiene la sensación de que el «sistema» no es receptivo
y de que, sin importar lo que uno haga, no se puede introducir ningún cambio,
se vuelve permeable al mensaje populista de que las elites manipulan el juego
contra la gente común. El mensaje populista se basa siempre en la declaración
de que ellos son los únicos que pueden representar legítimamente la «verdadera
voluntad de la gente» contra el sistema, es decir, contra aquellas personas que
aparentemente son indiferentes.
Esto es también lo
que hace tan difícil combatir a los populistas, ya que los candidatos
tradicionales son siempre necesariamente un producto del sistema. La solución
se encuentra en lo que Jürgen Habermas llamó la introducción de un nuevo
pluralismo. El «sistema» necesita presentar soluciones alternativas claras
entre las cuales la gente pueda elegir, sin verse forzada a escapar hacia los
mentirosos o algo peor. La creación de una nueva narrativa para la
socialdemocracia ayudaría a hacer justamente eso: diferenciar a los
socialdemócratas de sus competidores políticos y crear una nueva visión de
futuro en la que la gente pueda confiar de nuevo. La tarea principal es
recuperar la confianza y esto, a su vez, se convertirá en el arma más importante
contra el avance de los populistas.
¿Qué
sucede con el desencanto de la clase trabajadora y de los perdedores de la
globalización? ¿Qué tipo de propuestas puede ofrecer la socialdemocracia como
alternativa a la extrema derecha reaccionaria? ¿Es posible recuperar caudal
electoral e impulso político con propuestas progresistas como la renta básica
de ciudadanía o con cargas impositivas a los procesos de digitalización y
robotización?
La clave es no
imitar la postura de los populistas en el intento de recuperar a sectores de la
clase trabajadora, ya que esto es malinterpretar el problema. En mi opinión, el
problema no es que parte de la clase trabajadora esté convencida de las soluciones
que ofrecen los populistas. Lo que sucede es que no confían en las alternativas
disponibles. Esta distinción es crucial, ya que significa que se puede
reconquistar a la gente para sumarla a un proyecto socialdemócrata si se
encuentra la forma de reconectarse con ella y recuperar su confianza. Esto es
posible con una agenda que incluya el respeto y la dignidad. El meollo del
problema es que mucha gente de la clase trabajadora ya no se siente respetada.
La creación del respeto mutuo es el primer paso para reconstruir la confianza.
Desafortunadamente, algunos partidos socialdemócratas, como el Partido
Laborista británico, no hacen esa distinción, sino que tratan de imitar la
postura de los populistas. Pero este no es el problema de fondo.
Que haya una tendencia
a imitar tampoco es sorprendente. Una narrativa sobre un futuro mejor es
necesariamente un proyecto político de transformación en el sentido en que uno
desearía cambiar paulatinamente el statu quo. Sin embargo, la
socialdemocracia se ha vuelto muy transaccional en las últimas décadas. Los
socialdemócratas han tratado de complacer las preferencias de segmentos
específicos de votantes para ganar votos para las siguientes elecciones. Esa es
la transacción: sé que quieres X, te voy a dar X y en consecuencia espero que
me votes. El problema es que ese enfoque no contribuye a crear una agenda
política coherente, ignora al núcleo de votantes habituales y equivale a
reaccionar frente al estado de ánimo del momento en lugar de moldear el futuro
y ganar el apoyo necesario para esa idea de futuro.
Friedrich Hegel
veía la historia como una secuencia de tesis, antítesis y síntesis. Si la
globalización fue la tesis, entonces la Tercera Vía fue la adaptación
transaccional a la tesis. Hoy estamos en el inicio de la antítesis, el
resurgimiento del populismo nacionalista como reacción contra la globalización,
y la reacción instintiva es nuevamente transaccional: adaptarse a los
populistas. En mi opinión, sin embargo, la verdadera misión es definir cuál
sería la próxima síntesis estable y hacer campaña para lograrla.
Con
el desarrollo de fenómenos como el de Trump y el ascenso de extremas derechas
en Europa, parece generarse un dilema. Por un lado, la socialdemocraca quiere
ubicarse más a la izquierda y, por otro, defender los beneficios de la
democracia liberal criticando a lo que considera el «populismo». ¿Cómo puede
resolverse esa paradoja?
Como mencioné
antes, creo que lo principal es entender que es el desencanto respecto al
desarrollo actual de las políticas generales lo que promueve el avance de los
populistas. La mayoría de la gente no está convencida de las «soluciones» de
los populistas, sino que simplemente no ve otra alternativa viable. La reacción
de la socialdemocracia debería ser no caer en la trampa de la adaptación,
desarrollar alternativas políticas creíbles y reconstruir la confianza de las
partes del electorado que se perdieron. Si se observa lo que ha estado haciendo
Martin Schulz en Alemania, se puede ver que la estrategia funciona, y esto no
es una coincidencia.
Por Henning Meyer
Marzo 2017
Entrevista de Mariano Schuster
Traducción: María
Alejandra Cucchi
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