miércoles, 2 de marzo de 2016

Bolivia, tragicomedia en cinco actos - Jaime Aparicio Otero --- Evo culpa a la “guerra sucia” y a las redes sociales de su derrota --- Evo retrocede en todos los terrenos respecto a la elección de 2014

La esperanza de una democracia más inclusiva se ha incinerado en el fuego de la intolerancia y la impostura

Durante los últimos meses en Bolivia, una curiosa secuencia de hechos desencadenó la tormenta perfecta que acabó con la pretensión de Evo Morales de cambiar la constitución y reelegirse a la presidencia por cuarta vez. Estatragicomedia de errores, que acabó con la derrota del gobierno en el referéndum del 21 de febrero, se desarrolla en cinco actos:

Primer acto. La prensa denuncia un insólito caso de corrupción en el proyecto estrella del gobierno, el Fondo Indígena, cuyo objetivo era financiar proyectos de desarrollo de organizaciones rurales y campesinas en Bolivia. Se comprueba que muchos de esos proyectos eran fantasmas y que los recursos, en su gran mayoría, pasaron, por arte de magia, de las arcas públicas a cuentas privadas de seguidores del partido de Evo Morales. La Ministra responsable de ese fondo fue eximida de toda responsabilidad.

Los compañeros de ruta bolivianos de Pablo Iglesias no piensan en los intereses de los desposeídos
Segundo acto. Un melodrama romántico, digno de telenovela mexicana, que envuelve oscuras adjudicaciones de contratos públicos por más de 600 millones de dólares a una empresa estatal china cuya gerente es una ex amante del Presidente Morales con la que éste tuvo un hijo. La joven ejecutiva sufre en estos años prodigiosas transformaciones físicas, intelectuales y económicas. Se vuelve rubia; se hace abogada sin concluir la carrera; se traslada a una mansión en un barrio de la clase alta boliviana; y como todo burgués que se respeta, matricula a sus niños en un colegio americano.
Queda para el país un problema: debido a casos como éste, Bolivia ha entregado sus proyectos de desarrollo más importantes, por montos superiores a 1,500 millones de dólares, a empresas estatales chinas mediante adjudicaciones sin vestigio de transparencia ni competencia.
Tercer acto. La marea opositora de indignación también llega al Vicepresidente, Álvaro García, a quién ahora el humor popular bautizó como bachiller García, ya que la prensa reveló que su título profesional mexicano, que figuraba en documentos oficiales, no existe. A juzgar la reacción de los medios sociales, hoy la comedia y el humor empiezan a ocupar el sitio del miedo.
Cuarto acto. Aquí la comedia se vuelve tragedia. Dos días antes del referéndum, un grupo de choque afín al partido de gobierno incendia la Alcaldía de la ciudad de El Alto y causa la muerte, por asfixia, de 6 empleados municipales. Su objetivo era la Alcaldesa, una mujer de origen indígena muy popular, Soledad Chapeton, representante de una nueva generación de políticos jóvenes de la oposición a Morales.
Quinto y ultimo acto. El Vicepresidente, al grito de no importa quién vota por quién sino quién cuenta los votos, intenta retrasar el proceso de recuento de votos y presiona, desde las sombras, al tribunal electoral. Pero como esta obra tiene un final feliz, la presencia de la Misión de Observación electoral de la OEA y de equipos privados de vigilancia de actas, junto a la movilización de miles de jóvenes en las ciudades, hicieron inviable ese tardío intento de desconocer el resultado. Finalmente, prevaleció la sensatez y el Tribunal Electoral confirmó la derrota del gobierno, corroborando la hipótesis de Borges de que hasta en las hormigas hay una ética.
Esta cadena de hechos cambió bruscamente la apreciación ciudadana sobre un movimiento que ofrecía una revolución social y ética con rostro indígena. Hoy la corrupción se ha convertido en un fenómeno aparentemente incontenible y ha llegado al palacio de gobierno.
Otro daño colateral de los hechos relatados, es el fin del mito Rousseauniano del bon sauvage, símbolo sobre el cuál los asesores españoles, vinculados a Podemos y financiados por Venezuela, se inspiraron para redactar la Constitución boliviana, cuyo mayor logro fue cambiar el nombre de República de Bolivia por uno más totalitario: Estado Plurinacional de Bolivia.
Todo esto demuestra que los compañeros de ruta bolivianos de Pablo Iglesias no piensan en los intereses de los desposeídos, sino en cambiar lo más rápido posible de status socio-económico sin medir las consecuencias de sus actos. Actúan como ese tendero, en plena Revolución Francesa, que viendo entrar a su tienda a un Marqués huyendo de los revolucionarios, cambió su indumentaria por la del Marqués y le ayudó a huir por una puerta trasera, en tanto que se hizo detener por los amotinados en lugar del noble y se dejó conducir al cadalso, sólo por ver cumplir el sueño de su vida: ser Marqués.
No es motivo de alegría que la esperanza de una democracia más inclusiva en Bolivia se haya incinerado en el fuego de la intolerancia y la impostura.

Jaime Aparicio Otero es ex Embajador de Bolivia en Estados Unidos y ex Presidente del Comité Jurídico Interamericano. 


Evo culpa a la “guerra sucia” y a las redes sociales de su derrota
La victoria del no en el referéndum le impedirá volver a presentarse en 2019

La Paz 24 FEB 2016 - 18:25 CET EL PAIS


Morales durante su comparecencia ante los medios de comunicación. Vídeo: Reuters-Live! / Foto: EFE

Después de sufrir su primera derrota electoral en 10 años, Evo Morales apenas ha hecho autocrítica. El presidente boliviano culpa a una supuesta “guerra sucia” de la oposición y a las redes sociales de la victoria del no en el referéndum para modificar la Constitución, que le impedirá volver a presentarse a las elecciones en 2019. “Respetamos los resultados, es parte de la democracia. Hemos perdido la batalla, pero no la guerra”, ha asegurado este miércoles Morales.

La estrecha diferencia entre los partidarios del sí (48,7%) y los del no (51,3%) refleja, para el presidente, que aún mantiene un fuerte apoyo, pese a que hace un año y medio ganó las elecciones con un 61% del apoyo. “Seguimos teniendo un voto duro de casi el 50% entre tanta guerra sucia y conspiración interna y externa. La derecha no ha tenido un debate ideológico ni programático”.

Aunque no lo mencionó explícitamente, uno de los casos que más ha dañado su imagen y al que se refiere cuando habla de “guerra sucia” es el caso Zapata:Morales tuvo que admitir que había tenido un romance y un hijo (que falleció) con Gabriela Zapata, lobista de las empresas chinas que trabajan para el Estado. El Gobierno se esforzó en tratar de desmentir la existencia de tráfico de influencias, el asunto melló por primera vez de forma directa la imagen de Morales.
La polémica se disparó en las semanas previas al referéndum, sobre todo a través de las redes sociales que, por primera vez, han tenido relevancia en una votación en Bolivia. “Vamos a evaluar los mensajes de las redes sociales, donde las personas no se identifican y hacen daño a Bolivia”, ha advertido el presidente, que ya en una entrevista con este diario, aseguró: “Las redes sociales son como si todo se fuese por la alcantarilla”.
Morales, en rueda de prensa desde el Palacio Quemado, la sede presidencial, considera, además, que detrás de la victoria del no a la modificación de la Constitución se esconde un auge del racismo en el país. “Algunos sectores de la derecha pensaron que si ganaba nuevamente, seguiría hasta 2025. Los indios van a ser inalcanzables, se dijeron”.

La derrota de Morales es prácticamente idéntica a la que sufrió Hugo Chávez en 2007, cuando perdió el referéndum para la reelección indefinida. Después, la logró con una enmienda a la Constitución. Preguntado por si consideraba emular los pasos del fallecido presidente venezolano en los próximos, Morales se ha limitado a decir: “Respetamos los resultados”.



Evo retrocede en todos los terrenos respecto a la elección de 2014

El rechazo a la reforma constitucional que le permitiría reelegirse por cuarta vez, constituyó la primera derrota de Morales desde que se convirtiera en presidente


La Paz 24 FEB 2016 - 23:51 CET EL PAIS

El presidente de Bolivia, Evo Morales, al salir de una conferencia en La Paz. MARTIN ALIPAZ EFE

El referendo del pasado domingo para cambiar la Constitución boliviana y habilitar al presidente Evo Morales para que se candidateara por cuarta vez consecutiva al final de su presente mandato, constituyó la primera derrota de este líder desde que se convirtiera en presidente. Morales, que buscaba el “sí” a la reforma, perdió por 48,7 a 51,3% en todo el país, muy lejos del resultado que obtuvo en las elecciones de 2014, la cual ganó con 61% de los votos.

En esas elecciones el presidente boliviano logró vencer en ocho de las nueve regiones del país, excepto en el arisco Beni, que nunca ha dado su consentimiento al proyecto político que dirige. En cambio, en el último referendo solo ganó en tres regiones, las tres occidentales y con mayoría indígena: La Paz, Cochabamba y Oruro. Y aun en estas perdió entre 12 y 14 puntos porcentuales respecto a lo que había conseguido en octubre de 2014. En las tradicionalmente opositoras Tarija y Santa Cruz, donde sin embargo había triunfado en las elecciones de hace un poco más de un año, obtuvo 11 y 8 puntos porcentuales menos, respectivamente. Pero donde sufrió su mayor traspié fue en la región minera de Potosí, donde la combinación de la crisis de los precios de los minerales y la atención, según dicen los analistas, “displicente y arrogante” de las demandas de la población de esta deprimida región quechua, lo llevaron a perder nada menos que 23 puntos porcentuales respecto al resultado que le dio la victoria allí en 2014.

Los retrocesos de Morales se originaron en el cambio de humor de las clases medias, mientras que los sectores más empobrecidos, sobre todo los del área rural, mantuvieron su respaldo al primer presidente indígena del país. Esto se observó incluso en la votación en el extranjero, pues el “sí” repuntó en Brasil y Argentina, donde han emigrado cientos de miles de trabajadores de escasos recursos, mientras que perdió en el resto del mundo, inclusive en España, donde la migración proviene de los sectores medios de la sociedad boliviana.A consecuencia de este viraje de los bolivianos con mayores ingresos, que se expresó claramente en las redes sociales que ellos son los únicos en poder usar cotidianamente, el “no” apabulló en todas las capitales, excepto en El Alto, una ciudad conformada por la periferia pobre de La Paz. Pero aún allí Morales perdió más de 20 puntos respecto a la última elección, cuando el voto en su favor superó el 70%.

La pregunta del momento en la prensa boliviana es qué pasó en solo un año en el país para que tanto del caudal electoral del “evismo” se disipara. Algunos analistas llaman la atención sobre el carácter diferente de ambos comicios, pues el referendo, pese a que el gobierno intentó convertirlo en un plebiscito sobre su gestión, exigía a la población a ir en contra de sus tradiciones, que son contrarias al continuismo político, a causa del sufrimiento y la inestabilidad que este trajo en el pasado al país. Además, permitió que todos los que se oponen a Morales por distintas razones –desde el trotskismo y el indianismo radical, hasta la derecha racista– tuvieran una bandera común.

En todo caso, no ha sido un año fácil para el gobierno. Las malas noticias de los mercados internacionales de petróleo se sumaron a varios escándalos que parecen mostrar que la corrupción ha aumentado seriamente en el último tiempo, y Morales ha tenido actitudes, por ejemplo, el ordenar a uno de sus asistentes que le atara los cordones de los zapatos, que han hecho pensar a los sectores más informados que iba en camino de convertirse en uno de los caudillos en los que ha sido pródiga la historia boliviana, al que, entonces, decidieron ponerle freno.


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