Luego
de la derrota del 6 de diciembre, quedan más preguntas que certezas sobre el
futuro de la llamada revolución bolivariana. En los primeros discursos el
llamado ha sido a radicalizar el proceso, pero algunos grupos internos y la
crisis económica presionan para producir un diálogo con la oposición para
resolver los problemas del país. Pase lo que pase, parece seguro que el
movimiento político se acerca a una transformación, aunque aún no queda claro
en cuál dirección. La actitud de sus adversarios también pudiese influir
directamente en su comportamiento
Es miércoles a las 2:55 de la tarde en la esquina
de Solís, frente a la entrada de la estación de Metro de El Silencio y a unos
metros del Palacio de Miraflores. Entonando el himno nacional, más de cien
simpatizantes del chavismo comienzan oficialmente la primera sesión de
parlamentarismo de calle convocada luego por el Comando de Campaña Popular Hugo
Chávez, cuyo nombre resumen sus miembros con la palabra Caphucha.
Luego del canto patrio, distintos voceros empiezan
a desfilar uno por uno por la parte trasera de un camión para dirigir discursos
cortos a los presentes. Las visiones son distintas y a la vez muy parecidas.
Algunos acusan a funcionarios del gobierno, otros piden una rectificación
profunda del proceso político revolucionario, pero todos coinciden en dos
detalles clave: la derecha es peligrosa y quiere acabar con el chavismo, por lo
que hay que defender a Nicolás Maduro. El amargo de la derrota en las
elecciones parlamentarias del 6 de diciembre es el sabor de esta semana entre
los chavistas.
“La patria no se vende, la patria se defiende”. “Yo
soy chavista y de los duros, y los chavistas nos resteamos con Maduro”.
Consignas como esas se escuchan en los cortos intervalos que hay entre cada
intervención. Ese mismo espacio lo aprovecha uno de los miembros de Caphucha
para explicar el origen del grupo.
“Somos un movimiento popular compuesto por
distintas organizaciones de base que mantenemos contacto directo con el
gobierno a través de los consejos presidenciales creados el año pasado. Nuestra
idea es concretar una agenda común de trabajo”, comenta el joven que prefiere
declarar bajo anonimato.
Cuando se le pregunta si podrían llevar alguna de
sus propuestas a la próxima Asamblea Nacional, que estará dominada por la
Mesa de la Unidad Democrática, la respuesta es taxativa: “No
tenemos nada que hablar con la oposición. Es una posición firme, hay que
radicalizar el proceso”.
Los miembros de Caphucha son parte de los
5.610.148 venezolanos que votaron por el chavismo en las elecciones del 6 de
diciembre, 41% del total de la votación. El grupo es uno más de varios que
tiene este movimiento político y lo atomizan en corrientes diferenciadas por su
intensidad ideológica y su cercanía al poder.
Hay socialistas duros que no reconocen al
adversario ni la posibilidad de cambiar los actuales criterios económicos, pero
también existen grupos más pragmáticos que toman en cuenta el valor del diálogo
y la posibilidad de llevar a cabo acciones que enderecen la economía, esa que
se les convirtió volvió un búmeran de votos castigo. De igual forma, hay otros
grupos con poder que no quieren perder influencia y otros alejados de esa
esfera y deseosos de entrar.
Entre ese mar de diferentes posturas navega Maduro.
En las primeras de cambio, luego del duro golpe que significaron los resultados
del domingo, decidió complacer al público más radical.
A las 6 de la tarde el Presidente llegó manejando
una camioneta al lugar donde Caphucha realizaba su asamblea. Se bajó y saludó
con ánimo. Luego les pidió que eligieran a 200 delegados y se fueran a
conversar con él en Miraflores. Estuvo con ellos hasta pasadas las 10 de la
noche.
“¿La revolución, Venezuela, qué debe hacer? O
triunfa la contrarrevolución y se impone un modelo neoliberal tutelado por los
Estados Unidos, fascista, lleno de odio, que acabe con todos los logros de la
revolución, o nosotros hacemos una contraofensiva popular, en el espíritu del
13 de abril y del 4 de febrero, para avanzar en el rescate de las ideas
genuinas”, sentenció Maduro en un contacto televisivo que hubo durante la
reunión.
El pasado. El chavismo y su partido
político, el PSUV, eran hasta 2013 grupos cohesionados y comandados por un
líder indiscutible: Hugo Chávez. Su muerte trastocó esta realidad y Nicolás
Maduro, el heredero de la posición central del poder, terminó con un margen de
acción reducido ante la necesidad de negociar con distintos grupos internos
para preservar la unidad.
“Se dedicó a ser un Presidente a base de
préstamos”, sentencia Javier Corrales, académico de Amherst College, en Estados
Unidos, y autor del libro Un dragón en el trópico, texto en el que
describió junto con el académico Michael Penfold los rasgos autoritarios del
chavismo antes de la muerte de Chávez.
Frente a la obligación de negociar para no perder
apoyos, Maduro terminó convertido en un jefe de Estado “débil”. La principal
consecuencia de esto fue su inacción ante distintos problemas que empezaron a
socavar la estabilidad del país, la crisis económica principalmente.
En 2014 hubo grupos que le presentaron propuestas
para una reforma macroeconómica que permitiera enderezar el camino y evitar que
la inflación y la escasez aumentaran de manera descontrolada, como terminó
ocurriendo y más aún después de la caída de los precios del petróleo.
En esos grupos había figuras relevantes, como Temir
Porras, politólogo de La Sorbona, en Francia, muy cercano a Maduro durante
sus años de canciller y quien llegó a ser comisionado presidencial para Asuntos
Estratégicos hasta junio de 2014, y Rafael Ramírez, ex presidente de Pdvsa y
antiguo vicepresidente del Área Económica. Ambos terminaron alejados de los
hilos del poder.
“No ver el problema económico como una prioridad
complicó aún más el escenario. Lo pragmático era identificar los problemas
macroeconómicos y hacerlos desaparecer por el mismo bien del gobierno. Chávez
varió algunas premisas macroeconómicas según las coyunturas vividas en los
distintos años de su gobierno. Eso no es un cambio de rumbo ni traicionar el
socialismo”, comenta Porras más de un año después de su salida.
Ante la forma negativa con que otros grupos más
radicales o beneficiados por las distorsiones económicas veían las reformas,
Maduro se fue por otro camino. Viendo debilitadas las dos bases que habían
sostenido la popularidad del chavismo, el liderazgo carismático del presidente
fallecido y el clientelismo por la caída del precio del crudo, el jefe de
Estado optó por la ideología y la organización.
Arrancaron dentro del PSUV distintas iniciativas
para formar una doctrina de pensamiento alrededor del legado de Chávez y
afianzar el socialismo, a la vez que se terminó de cimentar la burocracia de la
organización, la cual está muy ligada al Estado, según han demostrado distintos
trabajos de El Nacional. Diosdado Cabello, primer vicepresidente
del partido, fue una pieza clave dentro de la maquinaria.
Con este objetivo se eligieron a los Jefes de
Círculo de Lucha Popular y de Unidades de Batalla. Todos asistieron
posteriormente a cursos de formación dictados por el Sistema de Formación
Socialista del partido, dirigido por la exministra María Cristina Iglesias.
Esto lo condimentaron con un creciente abuso de las
herramientas del Estado para beneficiar al PSUV y perjudicar a la oposición, lo
que se tradujo en un crecimiento de la hegemonía mediática y medidas como
decretar el estado de excepción en circuitos electorales clave.
Pero la tentativa no fue tan efectiva como se
esperaba, a pesar de que cerca de las elecciones se reactivó el clientelismo
con entrega de viviendas, tablets, pensiones y más. El nuevo chavismo fue a
elecciones y preservó 41% de la votación, pero eso no fue suficiente para
alcanzar la mayoría parlamentaria. Por primera vez en una década son minoría
indiscutible y perdieron el control de uno de los poderes del Estado.
El presente.
Corrales considera que la derrota del domingo
inició un “juego de culpas” en el chavismo para achacarse mutuamente la responsabilidad
de la situación.
“Para evitar que lo señalen a él, Maduro toma la
batuta. En momentos así, el Presidente opta normalmente por ser autoritario. Se
vuelve entonces mandón, intolerante y estricto”, advierte el académico.
La situación del domingo fue tan negativa para el
chavismo que en lo inmediato puede permitir preservar la unidad con Maduro en
la posición central. Todos los dirigentes de peso con proyección nacional
salieron derrotados, lo que evita que alguno cargue contra el jefe de Estado.
Esto es especialmente relevante en el caso de
Cabello, quien a pesar de que logró ser reelecto a través del voto lista
también tuvo muy malos resultados en Monagas.
La primera reacción de Maduro fue mantener unida a
su base ante el miedo de que un enemigo externo, la oposición, pueda acabar con
los logros alcanzados. Para esto acordó reuniones urgentes con los
gobernadores, el PSUV, los partidos aliados y los movimientos populares.
A esto se sumó la arremetida contra cualquier grupo
disidente que busque dividir al chavismo arrogándose el legado del líder
fallecido. Una muestra fue la reacción de simpatizantes del gobierno ante la
rueda de prensa de los ex ministros Jorge Giordani y Héctor Navarro.
El evento terminó abruptamente cuando un grupo que
se identificó como “23 de Enero en Vanguardia” tomó el salón en el que
reflexionaban sobre los resultados del 6-D, al grito de “ratas” y consignas
como “Con Maduro me resteo”.
Además, el Presidente apostó a una renovación
interna al pedir que todos sus ministros pongan sus cargos a la orden bajo la
idea de que el socialismo debe ser reimpulsado y hay medidas que se deben
rectificar. A esto se unió que Cabello solicitó lo mismo a todos los
vicepresidentes del partido, la mayoría de los cuales forman la columna
vertebral de la Dirección Nacional.
Con esto Maduro intenta sacar dos ventajas de la
situación: 1) atrae o mantiene al chavista descontento vendiendo un propósito
de enmienda y prometiendo reimpulsar el proceso, y 2) trata de estabilizarse
forjando nuevas lealtades personales.
Sobre el primer punto, Rubén Mendoza, coordinador
nacional de los Círculos Bolivarianos, asegura que era necesario debido a que
la dirección de la revolución estaba dominada “por un juego de tronos en el que
un pequeño grupo domina todos los cargos importantes”. A su juicio, esto es lo
que frenó la consolidación del socialismo.
Por otra parte, Corrales profundiza sobre el
segundo aspecto: Maduro puede condicionar la salvación política de algunas
figuras importantes que quedaron sin cargos a cambio de lealtad “incondicional”
a su liderazgo.
“Si maneja bien la situación, incluso podría tratar
de salir de algunas figuras que le resulten incómodas”, considera el analista.
Si fortaleciera su liderazgo a lo interno y reduce
la necesidad de negociación, podría tomar algunas decisiones personales sobre
el camino a seguir.
El futuro.
Pero el principal problema del chavismo continúa
vivo y se hace más peligroso: la crisis económica.
Una salida pudiese ser la negociación con los
adversarios en busca de estabilidad. “En los años 80 y 90 muchos gobiernos
latinoamericanos intentaron acordar agendas económicas con la oposición para
preservar gobernabilidad”, recuerda Corrales.
Algunos en el chavismo no ven mal la posibilidad de
dialogar con el adversario.
“La Asamblea Nacional es el espacio donde
se concentra el debate político entre representantes de distintas fuerzas. Lo
natural es que los diputados, tengan las visiones que tengan, dialoguen. Sería
ilógico que no lo hagan”, considera Porras.
Sin embargo, hay otros grupos que han descartado de
plano cualquier negociación por los momentos, entre los que se cuentan
movimientos sociales como Caphucha, partidos políticos aliados y actores dentro
del propio Gobierno. En este punto es que el tema de las distintas facciones
vuelve a ser un problema.
Sin embargo, Porras confía en que pudiese darse un
debate interno en el que surgieran visiones en común.
“El Presidente ganaría mucho si congrega a toda la
diversidad del chavismo, la cual tiene como referencias fundamentales a Chávez
y el bolivarianismo. Se puede generar un frente amplio y diverso que se
reconozca. En general la militancia chavista tiende a ser disciplinada, pero
antes tiene que haber un debate”, advierte el politólogo.
El jueves, durante la reunión de la plenaria
extraordinaria del III Congreso del PSUV, Maduro convocó a la formación de un
Congreso Económico de Pensamiento Socialista hacia el Modelo Productivo, que
comenzará el miércoles y del cual deben surgir ideas para “un nuevo modelo
económico sustentable”. Ese foro puede servir para definir la agenda del
chavismo en esa materia y puede ser el punto de encuentro entre las visiones.
El Presidente, por ejemplo, propone aumentar las
responsabilidades de las Unidades de Batalla dándoles más tareas de fiscalización
y producción. Otros dirigentes, como Freddy Bernal, miembro de la Dirección
Nacional del partido, consideran que se tienen que tomar medidas para acabar
con las distorsiones que tiene la economía, según dijo en una entrevista
a Televen el jueves.
Otro factor de peso que puede radicalizar o moderar
al PSUV será la actitud que presente la oposición. “Depende de qué ofertas
hace la MUD. Si es muy radical e intransigente, el chavismo
responderá del mismo modo”, considera Corrales.
En primera instancia el discurso chavista fue duro
ante la derrota, pero es más probable que su voluntad de dialogar o no pueda
dilucidarse según las acciones concretas que tome. Los nombres que predominen
en el nuevo gabinete darán una pista, al igual que las figuras que se mantienen
como diputados.
Muchos dirigentes relevantes del PSUV quedaron
electos el 6 de diciembre, si varios no asumen su curul se podría entender que
intentarán invisibilizar al Poder Legislativo. Si acuden a sus escaños, podría
ser una señal de voluntad de acercamiento.
Fin e inicio.
Hasta ahora parece haber más interrogantes que
certezas sobre el futuro del chavismo, aunque luce seguro que se avecinan
transformaciones.
Si se abrieran al diálogo, aunque fuera por razones
tácticas para superar el problema económico, sería un cambio en su forma de ver
y entender la política. Se estaría reconociendo al opositor como adversario y
no como enemigo, un cambio fundamental si se considera que el oficialismo ha
sido en la última década un movimiento hegemónico que intentaba concentrar todo
el control del Estado.
Pero esto pudiera no suceder. El jueves, durante la
plenaria extraordinaria del PSUV, Maduro llamó a la “reconquista” de una nueva
hegemonía política. Si este objetivo es inmediato implicaría confrontación directa
con la Asamblea Nacional opositora. Esto igual sería un
escenario nuevo porque el oficialismo actuaría desde una posición minoritaria
tras haber perdido los comicios del domingo pasado.
Una lucha abierta pudiese complicar la solución de
la crisis económica, lo que podría desestabilizar aún más la posición actual
del Gobierno.
“Los últimos meses demuestran que los
desequilibrios macroeconómicos generan inconvenientes políticos. Si se quiere
tener estabilidad, hace falta la estabilidad económica y buscar remedios para
el desequilibrio. Eso puede hacerse a la vez que se camina hacia el
socialismo”, considera Porras.
Entre las elecciones presidenciales del 7 de
octubre de 2012 y las parlamentarias del 6 de diciembre de 2015, el chavismo
pasó de 55% de votos a 41%, una caída de 14 puntos. Está en su peor momento en
17 años. Aunque son procesos distintos, es evidente la pérdida de popularidad
del oficialismo durante el período de crisis económica, lo que abre posibles
riesgos de perder el poder central.
Esa pérdida sería devastadora para una organización
como el PSUV, cuya burocracia se sustenta en lo que el académico Ángelo
Panebianco llamó “profesionales camuflados”, aquellos funcionarios en
posiciones de Estado que se dedican al trabajo político. Además, una parte de
su base de apoyo está compuesta por lo que Panebianco calificó como
“arribistas”, simpatizantes no ideológicos cuya lealtad se debe a beneficios
materiales.
El
movimiento se prepara para una nueva etapa y las respuestas que su dirigencia
brinde a las distintas interrogantes determinarán en qué se convierte en el
futuro. Sin embargo, una cosa es seguro: “El chavismo no está en la tumba. Las
elecciones demostraron que aún hay millones de venezolanos que lo siguen”,
afirma Corrales.
FRANZ VON BERGEN
FVONBERGEN@EL-NACIONAL.COM13 DE DICIEMBRE 2015 -
FVONBERGEN@EL-NACIONAL.COM13 DE DICIEMBRE 2015 -
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