El referéndum por la reelección de Evo Morales divide a Bolivia - Javier Lafuente y Fernando Molina --- La maldición de Porfirio Díaz - Jean Maninat
El Gobierno califica de "empate técnico"
los sondeos extraoficiales que apuntan a una victoria del 'no'
El referéndum para modificar la Constitución boliviana y
permitir la reelección de Evo Morales en 2019 ha terminado por dividir al país
por completo. A la espera de los resultados oficiales, los sondeos a pie de
urna de dos encuestadoras auguran una victoria estrecha del no, algo inusual
tras 10 años de victorias rotundas del mandatario.
Según la empresa Ipsos, el no obtendría un 52,3% de los votos frente al 47,7% del sí,
mientras que el sondeo de Mori es aún más ajustado: un 51% para el no por el
49% del sí. Mientras la oposición salió a celebrar la victoria, el Gobierno, a
través del vicepresidente, Álvaro García Linera, aseguró que se trata de un
“empate técnico”. “Es altamente probable que esas cifras se modifiquen de una
forma drástica, nadie ha ganado ni ha perdido”, advirtió.
"Aún no tenemos
resultados oficiales del Tribunal Electoral. Habrá que esperar horas o días, puede ser mañana [por el
lunes] o pasado, no creo que una semana. Estamos hablando de una diferencia de
110.000 votos", insistió García Linera. En los días previos, el Tribunal
Electoral advirtió de que el recuento total le podría llevar hasta 48 horas.
El vicepresidente boliviano aseguró que los sondeos
a pie de urna "se acercan a la verdad pero siempre hay diferencias".
"Son empresas serias que hacen un recuento rápido, pero no de la totalidad
de las actas, no incluyen el voto exterior, ni el de los barrios y zonas
alejadas", donde, defendió, el Movimiento al Socialismo podría revertir el
resultado. García Linera se refirió a las presidenciales de 2014, cuando los
sondeos aventuraban una victoria del oficialismo con el 59% de los votos y
finalmente fue del 61%. “Es altamente probable que algo similar suceda y las
cifras se modifiquen de una forma drástica”, insistió García Linera.
Con su intervención,
García Linera trató de atajar a los principales líderes opositores, que para
entonces ya celebran lo que consideraban la primera victoria en 10 años. Nada
más conocerse los sondeos extraoficiales los adversarios de Evo reclamaron al
Gobierno que reconociese los resultados e insinuaron que, si finalmente vence
el sí, Morales habría cometido irregularidades. Tan solo el alcalde de La Paz,
el exaliado del presidente Luis Revilla aseguró que había que gestionar los sondeos
“con inteligencia”. El vicepresidente cargó contra ellos y aseguró que “hablar
de fraude electoral es una actitud chicanera”, lo que evidencia la polarización que vive el país tras al referéndum.
El referéndum se ha convertido en la gran
oportunidad para la oposición boliviana, que ha aglutinado el descontento del
último año y medio con el presidente pese a que la única característica que les
une es el no a la reelección de Evo. Ni el tres veces excandidato Samuel Doria
Medina, ni el expresidente Tuto Quiroga ni el gobernador de Santa Cruz, Rubén
Costas, han podido encabezar un bloque homogéneo con un liderazgo visible.
Morales confiaba en que
su década al frente del Gobierno, durante la cual Bolivia ha celebrado el mayor
cambio social y económico del país en la historia reciente, le sirviese para
lograr otro aplastante triunfo. Llegó al poder en 2006 con
el 54% de los votos; dos años después, superó un referéndum revocatorio con el
67% del apoyo; en 2009, tras reformar la Constitución, volvió a ser elegido
presidente con el 64% de los sufragios y cinco años después, en octubre de
2014, con el 61%.
Sin embargo, su buena gestión no ha sido suficiente
para paliar el cambio de ánimo de un gran sector de la población, que veía con
cierta inquietud las denuncias de corrupción que han asolado últimamente al
oficialismo. Otro motivo de malestar es el enfriamiento de la economía, que,
pese a seguir creciendo, esta comenzando a sentir los efectos de la caída del
precio internacional del petróleo, ya que Bolivia vive de la exportación de gas
a los países vecinos.
Su fallida apuesta
recuerda a la de Hugo Chávez en 2007, cuando en pleno auge económico de
Venezuela, con el barril de petróleo por encima de los 100 dólares, perdió el
referéndum para modificar la Constitución por un escaso margen. Después de la
victoria de Mauricio Macri en Argentina, la derrota del chavismo en las
elecciones parlamentarias de diciembre y la decisión de Rafael Correa de no
concurrir a las presidenciales de Ecuador en 2017, Morales se ha convertido en
el último bastión de la izquierda latinoamericana, un título que pretende luchar hasta el último voto.
Sufragio efectivo, no reelección, fue el lema que acompañó la lucha de
Francisco Madero (1873-1913) en contra de ladictadura paternalista de
Porfirio Díaz, quien gobernara México de 1876 a 1910 haciéndose
reelegir siete veces sucesivas. Moriría en París, enun exilioholgado, mientras el infortunado
Madero sería asesinado en México por Victoriano Huerta, uno de sus generales de
confianza, tras ejercer una presidencia que duró apenas dos años (1911-1913).
El Plan de San Luis que detonó la Revolución Mexicana y la no reelección
constituyen, probablemente, su legado más prominente a la historia política
mexicana.
El Partido Revolucionario
Institucional(PRI)
gobernó México durante 70 años (con diferentes denominaciones) bajo el candado
impenetrable de la no reelección de los presidentes que únicamente podían
emerger de sus filas. El célebre dedazo con el que los mandatarios escogían a
sus sucesores nunca apuntaba hacia sí mismos, el dedo índice estaba entrenado
para desvelar al tapado que todo el mundo conocía de antemano. Luego,
desaparecían del escenario, vivían en la penumbra del poder, sin hacer muchas
olas, no fuera a ser que los armarios comenzaran a expulsar esqueletos
vivientes. Habrá que ver qué sucede con el PRI, que regresó al poder de la mano
del presidente Peña Nieto.
El sistema funcionó mal que bien en medio de agudas deficiencias
democráticas: el país se modernizó, se industrializó, desarrolló una imponente
producción cultural de todo tipo —probablemente la más potente de
Latinoamérica—, algunos de sus intelectuales más prestigiosos colaboraron con
los gobiernos del PRI, y perseguidos políticos de varios continentes buscaron
allí cobijo sin poner mayor reparo a la calidad democrática del país que los
acogía.Mario Vargas Llosa, en
una célebre frase, lo definió como la dictadura perfecta. El domingo
2 de julio del 2000, los mexicanos, después de votar, se percataron de que el
dinosaurio ya no estaba allí.
Hasta ahora, la clase política mexicana ha seguido fiel al exhorto de
Madero, al menos en lo que atañe a la no reelección. No así el resto de
Latinoamérica. Muy por el contrario, persuadidos de tener la razón histórica,
de representar al bien en su lucha contra el mal, a la justicia social en
contra de la iniquidad, a la democracia en contra de quienes la asedian,
progresivamente —a izquierda y derecha— los actores políticos se han ido
deslastrando de las amarras que conteníanel afán por perpetuarse
en el poder.
Un formidable luchador democrático como el expresidente colombiano
Álvaro Uribe terminó su último mandato tratando de prolongarse en el cargo, al
buscar una nueva —y no prevista constitucionalmente— reelección, emborronando
así lo que se anunciaba como un legado precioso.El presidente
nicaragüense Daniel Ortega, otrora épico guerrillero en contra de la
dinastía dictatorial de los Somoza, emblema del sandinismo juvenil y triunfante
en los años 70, es hoy un señor mayor que se atornilla en el gobierno, junto a
su señora esposa, con ánimos de fundar su propia dinastía. Nada los une, salvo
la tentación del poder.
Los fundadores de las democracias latinoamericanas se preocuparon por
blindarlas en contra del virus que más podría debilitarlas: el apego al poder.
Se establecieron lapsos para permitir ser reelectos después de dejar el cargo.
Pocas veces la reelección inmediata, por miedo a despertarlos fantasmas del
caudillaje.
Pero los herederos fueron buscando la manera de modificar las
constituciones, de recortar períodos para regresar más rápido —cuatro años se
pasan volando— hasta llegar al desfachatado impulso por reelegirse mientras el
cuerpo aguantara que martilló el comandante eterno —ya en vida era eterno—
Hugo Chávez. Ahora estamos en el a reelegirse quien pueda —así sea
intermitentemente— hasta que el cuerpo social aguante.
Ojo, no se pone en duda las buenas intenciones, ni las necesidades
políticas que en momentos críticos surgen. Pero entre los presidentes en
función con ánimos vitalicios de permanecer, y los intermitentes expresidentes
con ánimos vitalicios de regresar, le están haciendo un flaco favor al
fortalecimiento de la democracia en la región.
El presidente boliviano, Evo Morales,quiere mantenerse en el
cargo de por vida. La pachamamac’est
moi, pareciera querer decir en su afán paternalista por cuidar de
su pueblo. Le vendría bien mirarse en el espejo de otros tantos que, como
Porfirio Díaz, confundieron su destino personal con el de una nación. Al final,
sólo queda registrado el empeño de permanecer en el poder, a pesar de las
buenas intenciones que inicialmente los animó.
Siempre habrá criaturas que con la primera palmada que los despabila a
la vida querrán ser presidentes del país que los ve nacer. Es un derecho generalizado
allí donde hay democracia, y una opción negada donde se estrangulan las
libertades individuales y se oprime a la sociedad. Por eso hay que resguardarlo
con tanto esmero.
El posible quejido deFrancisco I. Maderoal ser asesinado, Sufragio efectivo,
no reelección, debería seguir resonando en la región como antídoto contra la
maldición de Porfirio Díaz.
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